Al sur de Cuéllar, en la vega del río Cega, se encuentra una de las fincas más diversificadas de agricultura de Castilla y León. No es muy amplia, una hectárea y media. Sin embargo, puede llegar a ser inmensa si se corresponde con una explotación ecológica, cuyos productos exigen parcelas más bien pequeñas por ser en su mayoría huertos dedicados a producir de forma tradicional, sin productos químicos ni fertilizantes.
Allí, el presidente del Consejo Regional de Agricultura Ecológica, Juan Senovilla, dedica bastante parte de su tiempo a desarrollar una agricultura ecológica moderna, pero sin abandonar en ningún momento los aperos de antaño para labrar y recoger el producto de la tierra, es decir, sembradores, trasplantadores, raspadores, azadas de ruedas, timoneros o arados romanos, entre otros, informa ICAL
Después de trabajar durante 27 años en este sector, en el que llegó a poseer 14 hectáreas de agricultura ecológica, Senovilla (UCCL) considera que el sector no pasa por un buen momento debido a los tiempos que corren. Por ello, pide a las administraciones que aboguen por la industrialización e investigación para ser más competitivos, ya que Castilla y León está “a la cola” de la Unión Europea por “el escaso apoyo político”, algo que está causado, según manifiesta, “porque la sociedad vincula rápidamente la producción ecológica con el mundo hippie”.
Este tipo de agricultura, que pusieron en marcha los higienistas, corriente nacida en la primera mitad del siglo XIX con el liberalismo, cuando los gobernantes repararon con más detenimiento en la salud de la ciudad y sus habitantes, cuenta en la Comunidad con una superficie inscrita que ronda las 10.000 hectáreas y con un total de 384 productores y elaboradores. Senovilla destaca que esta región tiene las condiciones “idóneas” para el desarrollo de la ecología, especialmente en cultivos herbáceos de secano.
Reconoce que, con más de un millón de hectáreas en España, ha dejado de ser un tipo marginal de agricultura para convertirse en una opción sostenible y de futuro para los agricultores y el campo. Sin embargo, cree necesario dar el salto a la industrialización desde la ecología, por lo que desde Castilla y León se estudia producir también con la visión puesta en los cosméticos y no sólo en alimentación.
Además, lamenta que no exista mayor investigación en el sector. De todos modos, los productores prefieren seguir al margen del carácter “bélico” renacido de la lucha que mantienen las casas químicas por conseguir vender sus productos. Por ello, la propuesta es fomentar la investigación dirigida hacia las propiedades silvestres.
En su labor como máximo representante del Consejo que representa la agricultura ecológica regional, Senovilla mostró sus críticas hacia la marca ‘Tierra de sabor’, creada por la Consejería de Agricultura y Ganadería. A su juicio, con una décima parte de la inversión que supone, se reflotaba, por ejemplo, el sector lácteo de Castilla y León, “que tan mal lo está pasando en los últimos años”.
Agricultura tradicional
En la actualidad, a pesar de la ligera importancia que supone la agricultura ecológica, son los propios productores los que consideran que ésta se basa en la tradicional, pero sin necesidad de utilizar productos químicos. “Es una alternativa, pero también aprovecha las ventajas de la tradicional”, señala Senovilla, quien admite las numerosas “diferencias”. Se refiere a que, aunque “ya no hay secretos para producir, la sociedad relaciona esta agricultura a la recepción de subvenciones de las administraciones”. “Por ello, por ejemplo, estamos mal vistos, cuando no es verdad”, reprocha.
Dentro de la parcela cuellarana, donde tiene decenas de cultivos sembrados, también hay lugar para la investigación “casera”, a través de la mezcla de plantaciones que compiten entre ellas y ayudan a la mejora de la producción. Esto se explica con un ejemplo: de forma conjunta, hila plantas de coliflor con chirivía -una planta medicinal que frena la actividad de plagas-. El resultado del experimento no es el esperado, ya que esta planta, explica Senovilla, es “poco propicia” para la coliflor, pero también para la escarola, berza y judías, productos con los que también ha investigado en su huerta. El objetivo es la rotación de cultivos en la parcela, y por ello, al levantar la vista se aprecian otros como la remolacha roja, el girasol, el maíz o el pepino.
Todos los productores coinciden en que la agricultura ecológica ayuda a controlar las plagas, “porque al no sulfatar, tampoco se eliminan los agentes benignos. Otro ejemplo, en este caso con los puerros: las malas hierbas compiten con la planta principal por obtener la sustancia nutriente del suelo, pero también crean un tapiz en la tierra y ayuda a evitar su erosión, e impide que se hiele el puerro. Es decir, trabajan como un escudo.
De hecho, se resisten a denominarlas malas hierbas, “porque incluso actúan positivamente como agente de advertencia, para conocer si hay alguna plaga”.
Entre los nuevos retos del Consejo, se pretenden lograr plantas vivaces, como la melisa, que se utiliza para infusiones, o el orégano y la salvia. También triunfan las flores comestibles, la cola de caballo (una de las especies más diuréticas de todas las plantas, es decir, que posee una gran capacidad para eliminar agua), así como la silene, una especie que ayuda a combatir enfermedades. En el apartado animal, ya que también existe la ganadería ecológica, principalmente con los sectores ovino y caprino, el Consejo quiere impulsar un proyecto para relanzar la gallina negra castellana, que está casi desaparecida
Venta directa
Mientras su socio Rafa trabaja con la azada en la irreal lejanía de la finca, Senovilla explica que en el momento de la venta los productores ecológicos se encuentran, como el resto de agricultores y ganaderos, con una gran diferencia de precios entre el origen y el consumidor. Por ello, desde el Consejo se decidió poner en marcha un servicio de venta directa que además permite mantener estables los precios.
Valladolid es la ciudad castellana y leonesa con una mayor cultura de compra de productos ecológicos y posee una gran demanda con la presencia de varias tiendas especializadas y en los mercadillos habituales, donde los productos más solicitados son, entre otros, la zanahoria, el apio y el nabo. De hecho, en las zonas rurales se vende menos porque mucha gente cuenta con pequeños huertos que les sirve para autoconsumo y de su gente más cercana.
La cuestión de la venta directa cobra especial importancia, tanto para productores como para compradores. Y es que eso ayuda a mantener los precios estables, “tanto si el año es de buena producción, como si es al contrario”. “No es ético vender a tres euros el kilo un año malo, y a 0,5 uno bueno. Se mantiene estable en una media y siempre se consiguen beneficios”. Por ejemplo, el pimiento ecológico tiene un valor continuo de un euro el kilo.
Por último, Senovilla quiso subrayar la fuerte cultura de hermandad que existe entre los productores castellanos y leoneses. Así, entre ellos se intercambian productos, sin necesidad de acudir a comprarlos. Esto ocurre principalmente entre ganaderos y agriculturas: “Tú me das un lechazos o un cordero, y yo te doy varios kilos de pimientos, de tomates y demás productos que ofrece la tierra”.