Lo hace más frío que antes, pero desde que hace cuatro años la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) instalará en el polígono industrial Prado Vega de Cuéllar una estación de control, la villa segoviana de Cuéllar se ha convertido en la zona habitada de la Comunidad más fría y en una de las más gélidas de toda España.
Sin ir más lejos, la pasada madrugada esta estación meteorológica registró la temperatura mínima de Castilla y León y la tercera más baja de todo el país con -6,5 grados. Sólo los termómetros instalados en La Molina, Gerona, con doce grados negativos, y en Arties (Lérida), con siete bajo cero, alcanzaron niveles más bajos.
A pesar de estar separados por poco más de cinco kilómetros, la diferencia de temperatura entre el centro de Cuéllar y el paraje donde se ubica la antena control es evidente, y en condiciones normales el termómetro de la Aemet, que la pasada Nochevieja registró -9,5, siempre marca valores entre 3 y 4 grados más bajos en el casco urbano.
A pesar de estas temperaturas y de los casi 12 bajo cero que ha llegado a marcar el mercurio en Cuéllar, estos valores están lejos de los -27,6 grados registrados el 4 de enero de 1971 en Camesa de Valdivia, una pedanía de Aguilar de Campoo (Palencia), que tiene el récord de temperatura mínimas en zonas pobladas de Castilla y León, según los registros históricos de la Aemet.
Pero si en el polígono de Prado Vega, ubicado junto al campo de golf y próximo también a la ribera del río Cerquilla confluyen unas condiciones geográficas que provocan lo que los meteorólogos califican como “inversión térmica”, las temperaturas mínimas aún son más extremas en la vecina localidad de Dehesa de Cuéllar, según las mediciones de Rafael.
Este cordobés jubilado, que hace 18 años se rindió al amor y al trabajo y decidió instalarse en la provincia segoviana, asegura que en su pueblo siempre hay dos grados menos que donde se ubica la antena de Aemet. De todas formas, y al igual que destaca su compañera María José, una cacereña del Valle del Jerte, el frío no es problema para ellos gracias a su ‘bilbaína’, cocina que también les hace las veces de caldera para calentar toda la casa.
“Con una carretilla de leña al día es más que suficiente, aunque si al salir a buscar las astillas veo que hay mucho hielo, cargo un poco más de encina, que da más calor, y menos de pino. Con lo que viene siendo mi paga extra, poco más de 800 euros, paso toda la temporada”, relata Rafael.
Pino y encina, pero también chopo, son las maderas que utiliza Rubén para alimentar la caldera de la red municipal de calor de Cuéllar, aunque en este caso el calentar y suministrar agua caliente a seis edificios municipales -colegios, piscina climatizada, pabellón polideportivo, frontón, centro juvenil y vestuarios del campo de fútbol-, a 24 viviendas individuales y 230 pisos, todos ubicados en el barrio de Santa Clara, se necesitan hasta 20 toneladas diarias en esta época del año.
Esta red de calor es un proyecto pionero que se puso en marcha en el año 98 aprovechando una expansión urbanística y que ha supuesto que se dejen de emitir a la atmósfera con 1,5 millones de toneladas de C02, ya que este sistema evite que todos los años se tengan que quemar 550.000 litros de gasóleo.
Luis Senovilla, concejal del Ayuntamiento de Cuéllar, resalta las ventajas de este sistema y el ahorro que ha supuesto para los vecinos, pero critica las barreras culturales que existen para que este tipo de proyectos sostenibles proliferen. “Mientras en países como Dinamarca todos los vecinos están obligados a conectarse a este tipo de redes, aquí hasta no hace mucho todo el mundo se ha empeñado en vendernos las bondades de las calderas individuales”, asevera el edil, que también denuncia que mientras las empresas energéticas no tienen ningún pudor en cortar el suministro a los morosos, en estas comunidades de vecinos está prohibido dejar sin calefacción a nadie”.
El concejal también reconoce que la situación en este sector ha cambiado radicalmente en los últimos años.“Mientras al principio no encontrábamos ni suministradores de astillas, ahora hay todo un mercado contrastado que te garantizan el poder calorífico del producto que compras”.
Aunque la tecnología ha avanzado mucho desde entonces, este proyecto financiado por Ente Regional de la Energía de Castilla y León y que contó con la colaboración de la Universidad de Valladolid, fue puntero en España y también permite usar los residuos forestales de maderas no utilizables para otras aplicaciones.
La gloria
Muy cerca de Cuéllar, pero ya en la provincia de Valladolid, María Jesús, un vecina de Campaspero, también se prepara para la ola de frío siberiano que se espera que visite Castilla y León en las próximas horas y nos deje temperaturas de hasta once bajo cero. En este caso, esta jubilada se resiste a apagar la gloria de su cara, a pesar de tener instalada una caldera de gasóleo.
“Lo mejor es la gloria, es un calor más limpio y que reseca menos el ambiente. Mientras mi marido y yo podamos, la seguiremos encendiendo. Es la mejor manera de pasar el invierno y a diario sólo hace falta un puñado de piñas y siete u ocho astillas”, sentencia María Jesús, que también resalta los beneficios medioambientales. “Así no se quema gasóleo y encima se limpian los pinares”.