El Museo de Arte Contemporáneo «Esteban Vicente” acoge un recorrido por la obra de Chema Madoz, uno de los fotógrafos artistas contemporáneos más interesantes del panorama nacional, con un lenguaje propio y continuado del tiempo, caracterizado por jugar con los objetos cotidianos y de hacer ver al espectador más allá de lo que contienen aparentemente.
Madoz ha indicado que las influencias artísticas que ha recibido han llegado de campos bien dispares, desde fotografías que podrían estar cercanas a la idea del Land Art o influencias del cine, la tipografía, el grafismo, según informa ICAL. «Es una especie de crisol, de alguna manera la forma de trabajar con el objeto no es muy distante de la que pueda tener el escritor trabajando con las palabras, son objetos que representan ideas y conceptos, trato de poner en evidencia o evidenciar algo que está como latente en el objeto».
En la muestra, que recibió el nombre de ‘Ars combinatoria’, se recogen trabajos muy tempranos, desde principios de los 80, cuando aún aparece la figura humana en sus trabajos, aunque trata de relacionar algunos elementos que llevan los personajes, de acuerdo con el autor. Se podrá apreciar ese acercamiento posterior al objeto con una mirada distinto a las claves del bodegón o la naturaleza muerta y el acercamiento a los trabajos de los surrealistas, para terminar trabajando en torno al objeto, siempre elementos reconocibles, porque el espectador debe saber para qué sirven y como funcionan, «si la fotografía la construyes a partir de un objeto extraño o confuso la lectura se enrevesa», matizó el autor, que cuenta con una amplia lista de premios y galardones.
Por tanto, se trata de «un artista conceptual, un escultor, un poeta, porque trabaja con la poesía, con el objeto y el concepto, la fotografía no es más que un medio para presentar finalmente su obra, sus ideas, sus conceptos, sus reflexiones, su manera de mirar el mundo y hacérnoslo ver a nosotros», concluyó la comisaria de la muestra Oliva María Rubio.
Oliva María Rubio opinó que Madoz busca relaciones escondidas para revelar nuevos significados de los objetos, para que el público observe más allá de lo aparente, tratando de acentuar el acontecimiento y enfatizar la ironía que subyace en esos objetos en un «emparentamiento con los surrealistas en la búsqueda con nuevos significados y movimientos de vanguardia».
Hay un elemento muy característica de la obra que es el juego, según Oliva María Rubio, «hacerse niño en el proceso de creación, procurando que las cosas más extrañas parezcan normales, como cuando coloca una bota dentro de una sandalia, o una escalera sobre otra de cemento y a la vez produce una sombra; otras son extremadamente frágiles….»
Madoz, en opinión de la comisaria, «trata de hacer cambios sutiles en las cosas, añadiendo y restando, para crear esa extrañeza que vemos en sus imágenes, aunque inmediatamente tenemos la sensación de que descubrimos su guiño, nos facilita la vía de acceso a una tercera dimensión, reconocemos al final sus fotos, por eso hay tanta empatía con su obra».
Son obras aparentemente muy amables, «no se moja en temas de crítica social», afirma Oliva María Rubio, «pero si en algunos hay crítica subyacente como el tema de la codicia con el collar de perlas y la soga, o las drogas o lo efímero de la fama, con especial atención a la fragilidad humana y al paso del tiempo».
Otra de las características del trabajo de Madoz es que los títulos no le interesan para nada, las obras van sin título, posiblemente porque no quiera indicar cómo hay que leerlas, sino que desea que el espectador descubra las dimensiones escondidas.