Pedro Delgado (Madrid, 1960) no tiene el mejor palmarés del ciclismo mundial ni nacional, pero al aficionado siempre le ha enganchado más el campeón que llega a la meta sin aliento para enlazar tres palabras. El que muere y mata cuando demarra, el que ataca desencajado, o incluso el que debe sobreponerse a una descomposición en pleno puerto. En 1987 se quedó a 40 segundos de la gloria, pero se llevó el Tour del año siguiente. “Ya soñé que iba a ganarlo cuando lo corrí por primera vez (1983)”, aseguraba el pasado jueves en una mesa redonda organizada en Segovia para recordar su gesta de 1988. ‘Perico’, que vive en Madrid aunque visita su tierra natal con relativa frecuencia, mantiene su entrevista con la agencia Ical en un camerino del Teatro Juan Bravo, donde el viernes se celebraba la gala del deporte segoviano. Antes, una joven azafata ha levantado las sonrisas de su entorno al preguntarle en la entrada si tiene invitación. Han pasado más de 25 años de su victoria en París y ya lleva 19 como comentarista en televisión, seis más de los que pasó como profesional del ciclismo. Para muchos, sin embargo, aquel triunfo seguirá siendo inolvidable: con la pasión y el drama del teatro, pero real como la vida misma.
Con Poulidor acabó la gloria de los segundos clasificados. En la vitrina de Pedro Delgado brillan dos Vueltas a España y victorias de etapa épicas en el Tour, pero la vida sería diferente sin aquel triunfo en la general del 88…
Seguro que sí, porque el Tour marca a nivel mundial. Puedes ganar dos Vueltas a España pero, por muy complicadas que hayan sido, quedan en un segundo lugar cuando hay un Tour de Francia de por medio.
¿Cómo le cuenta a un joven de 25 años quién es Pedro Delgado?
Si es aficionado aún sabe quién es. Aunque la anécdota más típica es cuando en la Vuelta a España viene la gente a hacerse fotos en las salidas y llegadas: ahí está el padre que le dice al niño “hazte una foto con ‘Perico’”, y el niño le dice “pero quién es ese”; “pues hombre el de la tele, el que ganó el Tour”; y ya te empieza a mirar el niño y se queda pensando “no sé si será verdad o mi padre me estará engañando”… Los años pasan, ya son 25 de mi victoria en el Tour y es normal que se olviden. Lo que pasa es que de una manera u otra, al estar en los medios y además en uno como Televisión Española, eso hace que haya mucha gente que me recuerde como si me hubiera visto correr.
El que sí le vio no lo olvida…
Afortunadamente así es. Todos los que hemos pasado un momento de nuestra vida pegados al televisor o a las noticias por un deportista, ya sea de ciclismo que de fútbol, baloncesto o atletismo, lo vivimos de una manera muy vibrante. Yo si acaso como además he dado tantas alegrías como disgustos o sustos… Eso hace que lo bueno mío sea recordado como algo todavía más apoteósico.
¿Todavía se emociona o le agobia tanto recordarlo?
Pues como te vas haciendo mayor, cuando lo recuerdo lo primero que te dices es ‘madre mía, 25 años es toda una vida’. Pero no, agobiarme no… Lo que me hace gracia es cuando ves vídeos o imágenes tuyas, porque como ahora tengo un papel más de comentarista, de crítico, de valorar la carrera, me hace gracia verme ahí y pienso en qué diría de mí mismo. Me resulta un poco… no chocante, pero sí divertido en plan “ahí va el ‘Perico’” (risas).
¿Se lo recuerda el aficionado con mucha frecuencia?
No creas. La verdad es que con el vigésimo quinto aniversario (2013) sí que fui consciente desde el inicio del Tour porque me llamaron de muchos medios para hacerme entrevistas; pero si no, en realidad no tenía asimilado que ya hubieran pasado 25 años. Los diez años de mi victoria sí, eso lo tenía más fresco y es un número más simple, pero es que 25 son toda una vida.
Al aficionado también le puede parecer mucho tiempo porque usted, sin tener el mejor palmarés, le hizo vibrar como pocos o ninguno…
Ves imágenes del Tour del 88 y parece que fuera hace 1.000 años. Pero ya no por el tiempo que ha pasado, que también es bastante, sino por cómo ha cambiado todo en el ciclismo: íbamos sin casco y luego estaba la ropa, las bicis, las carreteras, los propios coches… Te das cuenta de que 25 años tienen un gran peso y que era un ciclismo diferente, creo que más heroico que el de hoy. También es verdad que luego tienes referencias del ciclismo de Bahamontes (ganador del Tour en 1959) y ves que todavía parece mucho más apoteósico, o épico, porque era mucho más difícil. Nosotros al fin y al cabo al menos teníamos hoteles que estaban bien pero claro, 25 años pesan mucho en la carrera, en las carreteras, en la manera de prepararse los ciclistas… Ahora es muy diferente, sobre todo por esa tecnología que ha irrumpido y que hace que la preparación sea mucho más sofisticada y científica, mientras que en mi época todavía vivíamos un ciclismo de entrenar, ir a competir y a ver qué tal.
Pero sus inicios tampoco coincidieron con una buena época para el ciclismo nacional…
Cuando yo empecé de profesional (1982) el ciclismo español aún estaba en una gran crisis, sí. Arrancó en el 78 o el 79 y entonces era un ciclismo que no salía a competir fuera, los ciclistas estaban encerrados en España. Y yo, junto con otros muchos españoles, empezamos a volver a salir fuera, empezamos a convertirnos de nuevo en ciclistas internacionales y protagonistas del calendario internacional. Y en ese aspecto, la crisis deportiva que había en España se fue dejando atrás en mis años y comenzó una época de oro.
¿Qué crisis cree que es peor, la que vive el ciclismo de unos años a esta parte o la de entonces?
Son diferentes, la crisis de ahora es más dura, como pasa con la vida: ahora no hay trabajo y los ciclistas profesionales no encuentran equipo, no hay patrocinios y ahí la crisis es bestial. Es cierto que la hubo a finales de los 70 y principios de los 80, pero luego llegó el boom: empezaron a aparecer muchos equipos y eso hizo que todo resurgiera. En cambio ahora el problema es más serio: vivimos en un mundo más globalizado, los equipos son internacionales y que surja uno en España puede ser factible, pero va a quitar el sitio a otro, o no le van a dejar… Lo que hay ahora es una guerra fría, una crisis mucho más dolosa para el corredor, que igual encuentra equipo, pero no el de sus sueños. Sobre todo porque a lo mejor no puede correr la Vuelta a España, ya no digo el Tour, y eso se hace muy difícil.
No parece muy optimista…
No soy nada optimista de que vayan a aparecer en España cuatro equipos porque además no es una crisis exclusiva de España, los únicos que no la sufren son Bélgica, Holanda y Francia. En Italia por ejemplo, que siempre ha sido un gran país en lo que se refiere a tener muchos ciclistas, resulta que sufre la misma crisis. La sensación de futuro en el sentido de poder dar salida a buenos corredores no se tiene. En nuestra época, como quien dice, hacías un equipo con cuatro pesetas y tenías una opción potencial de correr la Vuelta a España, pero ahora mismo el sistema está además muy cerrado y eso se hace muy difícil: los patrocinadores no aparecen y los corredores no encuentran salida.
Y la crisis también parece estar cebándose con la afición por el ciclismo. Esa pasión de sus años, en los que los niños incluso jugaban a las chapas con las pegatinas de los ciclistas…
Bueno pero eso igual porque no teníamos ‘plays’ y cosas de esas. Si a ti te gusta un deporte posiblemente lo practiques e igual ahora hasta lo juegas con los videojuegos. Aunque hay cosas que han cambiado, sí, es verdad que no es lo mismo.
El dopaje ha hecho mucho daño…
Son fases. Hay cosas que se hicieron muy mal antes y hay cosas que se siguen haciendo mal, y yo espero que alguien tome conciencia de que muchas de ellas no son culpa del ciclista. No se le puede perseguir como se le está persiguiendo y poner en duda siempre sus triunfos. Pero yo creo que en ese aspecto es una lucha contra el tiempo y a lo mejor de aquí a cinco años, si todo va normal, eso pasará, será una etapa negra, una fase para olvidar en el ciclismo.
Pero la sombra del dopaje no planea sobre el ciclismo desde hace cinco ni diez años, en su época sufrió las dudas en primera persona precisamente en el Tour de 1988 (acusado y posteriormente absuelto porque la Unión Ciclista Internacional no consideraba ilegal la sustancia detectada).
Pero todo fue más desalmado a partir de 1998, cuando empezaron los policías con las detenciones. Eso es lo que realmente rompió todo: no se puede tratar al ciclista como a un criminal, porque en todo caso ha cometido una sanción deportiva; y sin embargo esas detenciones hacen que la gente piense cosas equivocadas del ciclista, que le relacionen con un yonqui o con un drogadicto, y no tiene nada que ver. Un ciclista toma Bisolvon y da positivo porque contiene efedrina, pero no por eso es un drogadicto. Ese es el problema, que las propias autoridades no lo han querido explicar porque es una faceta en la que se sienten fuertes, en el sentido de dominar la situación del ciclismo y el deporte. En ese aspecto han maltratado siempre al ciclista y es muy injusto. Aún confío en que todo se reconduzca un poco y que la dignidad del ciclista o el deportista no esté siempre tan cuestionada.
¿Pero cómo, rebajando la presión, desviando el foco mediático?
No, simplemente hay que hacer las cosas bien. Por ejemplo, el año pasado gana Horner (el Tour 2013) y porque tiene 42 años todo el mundo dice que tenía que ir dopado, ¿por qué se duda si le han hecho 50.000 controles? Y eso yo creo que es porque incluso la propia maquinaria de las agencias antidopaje lo necesitan, necesitan verter esas insidias o esas dudas para que en una época de crisis, en la que les están bajando la subvención económica, puedan decir que esto es primordial, que es por la limpieza del deporte. Y no es así, es porque ellos tienen su estructura, ven que no entra dinero y se lo quitan de todos los sitios. Lo hacen en cierto modo para justificar su sueldo muchas veces, y eso no es justo. Ponen en duda al ciclismo, al propio corredor, a su equipo le ponen en un aprieto, y eso es lo que hay que cuidar.
¿No hay presunción de inocencia para el ciclista?
¿Por qué a un ciclista se le sanciona ante la duda y un juez árbitro puede cometer dos y tres errores sin que pase nada, con lo que supone manchar el nombre de un ciclista y del ciclismo? Hay cosas muy injustas, por eso confío en que en algún momento se encuentre un equilibrio más real, que haya dudas cuando haya algo de verdad en lo que basarse, no que la sospecha venga por ser mayor, joven, calvo, porque tengas melena o vayas tatuado.
¿Qué le falta al ciclismo para recuperar el tirón de sus mejores años?
En España necesitamos patrocinadores. Que en una Vuelta a España haya 20 o 30 españoles está bien, pero es que en mi época éramos 100. Y no hace falta que todos sean ‘Pericos Delgados’, pueden ser ‘pericos locales’ con pueblos detrás esperando ver pasar al ‘hijo de’. Así que en mi época tenías a 100 poblaciones pendientes de la carrera contagiando a las emisoras locales, y se notaba. Por eso yo creo que si hubiera más equipos se recuperaría más rápido la afición a la bicicleta. Sería fundamental tener dos equipos más, aunque no fueran World Tour, pero sí equipos profesionales continentales que se llaman, una ‘segunda división’ que al menos te permite correr la Vuelta. Sería un empujón muy importante para los chavales y para que el ambiente crezca, pero con la crisis que hay… Y luego la afición se reengancha con un Alberto Contador corriendo, en TVE lo notas porque el tirón lo tienes aunque luego no haga nada.
¿A qué ciclista se castiga más en España, al profesional o al aficionado?
Yo creo que a los dos se les castiga bastante. España es un país que tiene que aprender a potenciar el uso de la bicicleta no sólo como práctica deportiva. Tenemos una deuda pendiente con Europa, usar la bicicleta como medio de transporte, y cuesta muchísimo trabajo porque la Administración lo quiere hacer tan correcto, tan de diez, que al final suspende: demasiada normativa, demasiadas situaciones que no invitan a coger la bicicleta y sí el coche, que desgraciadamente da la sensación de que sea más seguro.