Aunque la eficiencia parezca un concepto ligado a la empresa privada, la sanidad o la educación, el profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid, Luis César Herrero Prieto, insiste en que su aplicación puede tener mucha utilidad en las instituciones culturales, como museos, teatros o festivales, porque también ellas emplean “recursos públicos que son escasos” y “con los que se cumplen una serie de finalidades”. Este tema centrará el Simposio Internacional de ‘Evaluación de la eficiencia de instituciones culturales’, que se celebrará el día 8 en el salón de actos de Caja España en Valladolid (plaza de la Fuente Dorada), organizado por la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León y coordinado por el profesor Herrero Prieto, quien además pronunciará la ponencia ‘Evaluación del sistema regional de museos en Castilla y León: eficiencia y buenas prácticas’.
¿Por qué el concepto de la eficiencia y su medición han llegado a la instituciones culturales mucho más tarde que al resto?
Fundamentalmente por dos razones. Por el carácter un tanto intangible, simbólico y emocional que tiene la cultura en relación a otras cosas más tangibles, como la educación o la sanidad, pero, sobre todo, por la escasa costumbre que en el ámbito de las instituciones culturales se ha tenido de acudir a la economía como ciencia capaz de estudiar, explicar y aportar soluciones. Que conozca, sólo hay un director de museo que sea economista, el del Guggenheim, el resto siempre han estado gestionados por personas de Arte, Historia o Bellas Artes, con toda la legitimidad del mundo. Pero se ve que los formados en gestión también tienen explicaciones complementarias.
Sin embargo, la crisis ha acelerado la implantación de estos procesos en museos, teatros y otras entidades culturales de titularidad pública.
En el momento en el que estamos viene mucho más al caso hablar de este tema, pero en términos generales, incluso sin crisis económica, deberíamos plantearnos la pertinencia de evaluar lo que se invierte en el sector de la cultura o el comportamiento de las instituciones públicas, ya que están empleado recursos que son escasos y con los que se cumplen una serie de finalidades. La eficiencia de las empresas privadas sometidas al mercado la da el propio mercado, porque cualquier empresa tiene que minimizar en cuanto pueda los costes de producción para producir más barato que su competidor, mejor o con un producto de otras características. Tiene, además, que atender siempre a la competencia en precios, costes o gama de productos, pero las instituciones, las administraciones públicas que no están validadas por el mercado, también se pueden evaluar en base a otros parámetros.
Su ponencia se centrará en la evaluación del sistema de museos en Castilla y León. ¿Cómo se puede medir la eficiencia de un museo?
Una institución cultural emplea recursos, como un equipo de trabajo -con técnicos, administrativos, vigilantes-, las horas de apertura de las instalaciones, el cuidado, las piezas, la iluminación, la edición de publicaciones, las actividades de restauración y conservación… Uno de los activos fundamentales de un museo es su colección, las máquinas de esta fábrica que produce entretenimiento, belleza, estudio… Algunos piensan que los servicios que ofrece un museo sólo se pueden medir a través del número de visitantes, pero esta variable atiende únicamente a una de las funciones de un museo, la de exhibición. Otras funciones muy importantes son la restauración y conservación -si las obras están en buen estado, se restauran y se incrementan, si los métodos que se emplean para restaurar se estandarizan y se venden como producto-, la investigación, el impacto social, la educación, el número de obras que publican, las guías, los talleres educativos… En definitiva, los museos procuran servicios y por qué no poder medir este contraste entre los servicios que presta una entidad cultural y lo que demanda la sociedad.
¿Cuáles son entonces las claves para medir la eficiencia de un museo?
Hay determinadas técnicas en el ámbito de la economía y la ciencias experimentales con las que se mide la distancia entre quienes lo hacen lo mejor posible y los que no. Si dos entidades culturales tienen los mismos recursos y una de ellas produce más servicios es más eficiente. Si dos producen el mismo nivel de servicios y una de ellas lo hace con menos recursos también es más eficiente. Ésta es una medida relativa de la eficiencia, la comparación entre casos de buenas prácticas y otros que no lo son. Se pueden dar incluso medidas cuantitativas con las que medir ese grado eficiencia en el cumplimiento de los objetivos, muy útiles para los propios gestores, que ven así cómo lo hacen sus compañeros; para los responsables de la política cultural, que pueden organizar la concesión de fondos por primas de eficiencia; y para el mecenazgo y el patrocinio. Lógicamente, aquellas entidades con mejores resultados y mejor grado de eficiencia estarán mejor vistas a la hora de buscar patrocinios.
¿Cuál es el grado de eficiencia de los museos de Castilla y León?
De todo el sistema de museos de Castilla y León, hay algunos que están muy acreditados y son muy sólidos; otros que están en un proceso de acreditación y viabilidad y otros que tienen un carácter embrionario. En la ponencia me voy a centrar en los museos que son propiedad y gestión de la Junta; en los provinciales, de propiedad estatal y gestión autonómica; y en otra serie de museos que se han ido integrando a esta acotación que ha dado la Junta y que tienen que cumplir determinados requerimientos, como el Museo de las Ferias de Medina del Campo (Valladolid) o el Esteban Vicente de Segovia. Los resultados del estudio son bastante buenos. La media de eficiencia, si la escala fuese del uno al cien, estaría en torno al 80 por ciento en 2005 y en el 90 en 2010. Es decir, ha habido una mejora de la eficiencia en los últimos cinco años. Hay unos cuantos museos que bordean la eficiencia óptima y otros que tienen un grado de eficiencia menor. Ha habido ganancias de eficiencia fundamentalmente debidas a la mejora en la gestión interna, motivadas porque cada vez se han organizado más actividades, como exposiciones temporales, ediciones de libros y guías. Todos estos son productos paralelos y complementarios a la demanda de visitantes, que en los últimos años también se ha incrementado notablemente.
¿Qué características debería tener un modelo de museo eficiente?
Serían aquellos que con una dotación de recursos equilibrada logran alcanzar buenos resultados, tanto en el número de visitantes como en el de exposiciones temporales y en el impacto social, a través de talleres educativos, convenios con otras instituciones, edición de publicaciones, artículos de investigación… Otra variable dentro de los servicios de un museo sería el impacto propio de la colección: si presta obras, si recibe nuevas obras, si incrementa la superficie expositiva y las obras exhibidas.
En los últimos años, ¿se ha caído en la tentación de construir contenedores culturales sin haberse delimitado muy bien el destino o la función que iban a tener?
Yo no sería tan drástico en esta afirmación. Lo que es cierto es que Castilla y León ha participado, como la mayor parte de los países occidentales, en el conocido como ‘segundo boom museístico’ mundial. El primero fue en la época de la ilustración, cuando todos los países crearon sus museos nacionales, de corte napoleónico, para intentar acumular todo el saber en un continente de referencia. Este segundo ‘boom’ se ha producido desde mediados de los 80, con un crecimiento exponencial en el número de museos ya no con un carácter enciclopédico sino específico y monográfico. Estamos hablando del museo de la harina, el pan, el vino, la tauromaquia, un prócer local o una determinada civilización. Son todos museos muy tematizados y se han convertido en un factor de entretenimiento y de atracción de ocio. Los museos nuevos también tienen una tienda muy importante; de hecho, cuanto más importante es el museo, mejor es la tienda en todos los sentidos. Por ejemplo, en el Guggenheim está una de las mejores librerías de arte y se puede incluso comer bien. Se trata de una nueva función asignada a la cultura: la capacidad de entretenimiento.
Por lo que dice, ese crecimiento exponencial de los museos no debería estar reñido con su eficiencia.
No, es más, muchos de los museos creados recientemente son de los más eficientes, entre otras cosas porque a algunos se les ha dotado específicamente con personal y medios importantes desde el inicio, con lo que pueden cumplir bien sus funciones. Aún así, hay mucho que analizar.
Los recortes presupuestarios, ¿podrían poner en peligro esas actividades museísticas de las que antes hablaba y que son una parte de su función social?
Los recortes están exigiendo que un problema que se debería plantear con toda la naturalidad, como es la eficiencia en el empleo de los recursos, ahora se tenga que hacer de forma urgente. La crisis no implica que tengamos que hacer lo más prioritario sino todo y a la vez: ahorro de recursos, efectividad y mayor eficiencia, más actividades, replanteamiento de las nuevas técnicas… Y no solamente hay que calificar los museos sino cualquier entidad cultural que gestiona el patrimonio o que dedica recursos a la restauración, la promoción cultural o las actividades escénicas.