Parece que al ser humano le cuesta comprender que hay muchos elementos que escapan a su control y que no todo está su mano, por mucho que estemos en el siglo XXI y seamos capaces de estar comunicados con el mundo entero o de hacer excursiones a la luna. Quizá la naturaleza elabore de vez en cuando un plan, que aunque se antoje cruel, venga a demostrarnos que en realidad no somos tan dueños del planeta como queremos creer.

Castilla y León ha vivido un invierno seco, desesperadamente seco, algunos incluso afirman que ha sido el más seco de los últimos 40 años. Quizá con episodios así la naturaleza, sirviéndose de la meteorología, haya venido a darnos un toque de atención para que a los seres humanos se nos bajen un poco los humos y seamos conscientes de nuestra pequeñez y del poco poder que tenemos sobre un elemento vital para nuestra supervivencia: el agua.

Me contaba hace poco el señor Rodríguez Almeida que ya un profesor suyo le dijo que a estas alturas de la historia de la humanidad tendríamos que preocuparnos ya no por el petróleo, que algún día se acabará, sino por el agua. El agua que es causa de guerras y disputas; sí, también en España y que parecía que este año no iba a llegar nunca. El agua que riega los campos y hace crecer los alimentos, el agua que sacia la sed y que suele ser un bien que pasa desapercibido, como tantos otros en este primer mundo nuestro. Salvo cuando escasea.

Sin embargo, aunque cansada de la manipulación y el maltrato de la mano del hombre, la naturaleza ha sido benévola y ha escuchado las súplicas de los insignificantes humanos, pues somos minúsculos comparados con ella, y ha descargado las ansiadas lluvias por las que clamaba el campo castellano y leonés. Ha liberado ese oro, que ni es negro ni dorado, sino incoloro, inodoro e insípido y que sin demasiadas dificultades pone en evidencia nuestra fragilidad.

Las lluvias de abril han devuelto a los agricultores la esperanza de poder cosechar el cereal y otros cultivos de secano y también la de sembrar una superficie ‘aceptable’ de regadío. Circula entre los trabajadores del campo un dicho popular que reza que ‘abril y mayo componen el año’; por ahora el pronóstico se va cumpliendo. El oscuro panorama que dibujaban los agricultores abulenses, especialmente los de la comarca de la Alta Moraña, allá por el mes de marzo se ha ido tiñendo de verde esperanza a medida que las lluvias, las anheladas lluvias, han logrado remediar una tierra que llevaba casi un año sin calmar su sed.

La desesperación y la impotencia con las que algunos de esos agricultores explicaban a Ical las terribles consecuencias que tendría para su cereal el seco invierno se han tornado en alegría y satisfacción porque aunque tarde, las precipitaciones han salvado la cosecha. Y es que la caprichosa naturaleza ha querido demostrar una vez más que está por encima de la voluntad del hombre.

Así lo reconoce en declaraciones a Ical Luis Corona, de Horcajo de las Torres, que tilda de “milagrosa” la transformación que ha experimentado el campo desde aquellos secos días de marzo en los que las perspectivas no podían ser peores como dejaban a la vista algunas de las malogradas espigas. Una diferencia abismal que ha ido “de no segar, a segar”, reconoce, por lo que aquel pesimismo ha sido reemplazado por las previsiones de recogida en la campaña del cereal que comenzará en torno al 20 de junio.

No será una cosecha óptima, matiza Raúl Fernández, también de Horcajo, pero sí una “buena cosecha”. Las lluvias de abril han dado un giro de 360 grados a los cultivos de secano de este agricultor que espera recoger, si mayo se porta bien, casi el 100 por cien del trigo y la cebada sembrados. “Hemos salvado la temporada”, afirma Raúl que ha comprobado cómo sus espigas no se han quedado vanas tras la sequía invernal.

 

Regadío

El año empezó con unas perspectivas poco halagüeñas para la comunidad de regantes de Las Cogotas. La ausencia de precipitaciones, tanto en forma de lluvia como de nieve, pintaba un complejo panorama para la campaña de regadío.

En la primera reunión que esta comunidad de regantes mantuvo con la Confederación Hidrográfica del Duero se determinó que con el agua que el pantano tenía embalsada hasta finales de febrero tan sólo se aseguraba un volumen de agua de 1.650 metros cúbicos por hectárea, cuando según explicó el presidente de los regantes, Juan José Rodríguez, los cultivos de regadío necesitan 6.000 metros cúbicos por hectárea. Por tanto, continúa, sólo estaba garantizada el agua para el 25 por ciento de la superficie.

Sin embargo, tras las lluvias registradas durante el mes de abril, la comunidad de regantes mantuvo una última reunión con responsables de la Confederación a primeros de mayo en la que las perspectivas iniciales se mejoraron ya que de los 1.650 metros cúbicos se ha pasado a 3.000 metros cúbicos por hectárea. Esto, según apunta Rodríguez, la superficie posible de cultivo de regadío se eleva hasta el 50 por ciento.

No obstante, el presidente de los regantes advierte que hay cultivos de los que no se podrá ampliar la superficie sembrada puesto que ya se han rebasado las fechas límites para la siembra. Es el caso de la patata, la remolacha y la cebolla para los que “la siembra es ya irrecuperable”, lamenta Juan José Rodríguez.

El único cultivo que se encuentra en tiempo de siembra es el maíz, ya que el periodo suele extenderse desde mediados de abril hasta el mes de mayo. El maíz supone el 40 por ciento de la superficie total de la comunidad de regantes y Rodríguez estima que se sembrará el 30 por ciento de las previsiones iniciales ya que aunque se ha casi duplicado el agua disponible por hectárea, hay que restar el riego necesario para los cultivos que ya están plantados.

Juan José Rodríguez se muestra un tanto sorprendido por la escasez de agua disponible, a pesar de la sequía. En este sentido explica que cuando la comunidad de regantes echó a andar hace tres años, se les aseguró que según los estudios realizados a lo largo de las últimas décadas tenían garantizada el agua para 7.500 hectáreas durante años. “Nos resulta extraño que en el tercer año que funcionamos ya nos toque una reducción tan exagerada del volumen de agua disponible”, se queja.

El agricultor no ve con buenos ojos que el año pasado, después de meses y meses generosos en cuanto a precipitaciones “se soltara agua sin necesidad de soltarla, agua que no se usó ni para el consumo humano, ni para el riego, ni para caudal ecológico”, matiza el presidente de la comunidad de Las Cogotas. Por eso, exige más control sobre el agua embalsada en años de abundancia y así evitar situaciones tan extremas en años hidrológicos tan pobres como el actual.

Los agricultores que se abastecen del pantano de Las Cogotas no pierden la esperanza para que si el mes de mayo sigue siendo rico en precipitaciones, esos 3.000 metros cúbicos por hectárea que se garantizaron el pasado día 3 se puedan ampliar hasta los 4.500, aunque Rodríguez reconoce que hoy por hoy eso es “prácticamente impensable”.

El presidente de la comunidad insiste en que montar la infraestructura necesaria para acometer la campaña de regadío requiere de una inversión de unos 3.000 euros por hectárea, inversión que hay que amortizar para poder empezar a contar los beneficios.

 

Aguas mil

Por recurrir de nuevo a la sabiduría popular, parece ser que el pasado mes de abril sí se cumplió el pronóstico de las ‘aguas mil’. El delegado en Castilla y León de la Agencia Estatal de Meteorología, José Pablo Ortiz, destaca que el mes de abril, en términos de pluviosidad, ha de calificarse como “muy húmedo” en la provincia de Ávila gracias a las sucesivas borrascas que se han colado en el territorio abulense apaciguando la inquietud de sus habitantes.

En la mitad oeste de la provincia se recogieron entre 100 y 150 litros por metro cuadrado, cantidades que bajan hasta los 90-100 en el centro y en la Alta Moraña y que en el este de la provincia, según los datos facilitados por la Agencia Estatal de Meteorología, se quedaron entre los 70 y los 90 litros.

Sin embargo, la comparativa con la media de precipitaciones de los últimos veinte años demuestra que en la Alta Moraña llovió en abril entre un 200 y un 250 por ciento, o lo que es lo mismo, ha llovido entre dos veces y dos veces y media más de lo normal. En los valles del sur de la provincia las precipitaciones han sido normales y en la mayor parte del territorio abulense llovió casi el doble de lo habitual. Así que al final, la naturaleza ha cedido a nuestra insistencia de mirar cada día al cielo añorando la presencia de nubes. Quizá debamos pensar la manera de agradecérselo.

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