cerrajeros

Hay noches en las que el reloj parece detenerse. La Tardebuena continúa en la Plaza Mayor, poco a poco se va apagando mientras las calles se vacían poco a poco, las casas se llenan de luces, de conversaciones que se repiten cada año y de mesas que esperan. Pero mientras muchos ultiman la cena, hay quienes siguen pendientes, atentos, trabajando para que todo lo demás funcione.

Son los policías que patrullan cuando la ciudad baja la voz. Los bomberos que permanecen de guardia por si el teléfono suena. Los médicos y sanitarios que pasan la noche en un hospital, enlazando turnos, sosteniendo manos, tomando decisiones que no entienden de festivos. Son también los profesionales de la hostelería que sirven cenas ajenas mientras la suya queda para después, cuando se pueda.

Y están esos oficios imprescindibles de los que uno solo se acuerda cuando algo falla. Los cerrajeros, por ejemplo. Porque una puerta que no abre no entiende de villancicos ni de fechas señaladas. Que se lo digan a Charo y Manolo, que en plena Nochebuena tuvieron que acudir a nuestra redacción para echarnos una mano, abrir una puerta cerrada y permitir que las últimas noticias del día pudieran seguir contándose. Un gesto sencillo, profesional y generoso. De los que no hacen ruido, pero sostienen el día a día.

También están quienes velan por la seguridad en celebraciones multitudinarias, como la Policía durante la Tardebuena, garantizando que el reencuentro y la alegría sean posibles. O quienes atienden una urgencia médica a última hora de la tarde, mientras fuera ya huele a cena familiar.

A todos ellos, a quienes hoy cambian tiempo propio por tiempo para los demás, queremos dedicar estas líneas. Porque su trabajo no se detiene cuando empieza la Navidad. Porque gracias a ellos la ciudad sigue latiendo incluso en la noche más especial del año.

A los que estáis de guardia, al volante, tras una barra, en un hospital, en un parque de bomberos o respondiendo a una llamada inesperada: Gracias. Y hoy, más que nunca, feliz Navidad.