Este sábado, Segovia acoge un acto institucional de izado de la bandera de España. Un acto, con montaje de los servicios del Ayuntamiento, abierto al público y, como señalan desde el propio Consistorio, “muy bonito”. No está en cuestión ni el símbolo ni la celebración, ni por supuesto nuestra bandera. El debate, pensamos, está en otro lugar.

En el espacio del acto se han instalado gradas de protocolo frente a la puerta de la Base, además, explican desde Alcaldía,  «sillas en otros puntos y zonas habilitadas para permanecer de pie» Las gradas, municipales, montadas por operarios municipales, estarán ocupadas por autoridades: «son protocolarias».  No hay venta de entradas, ni acceso restringido o solidario, ni posibilidad de uso por parte de los ciudadanos.

Todo es legal, sin embargo, algo chirría. Segovia no era una ciudad acostumbrada a mirar sus actos institucionales desde abajo mientras sus representantes los contemplan desde arriba. Durante décadas, estas gradas han sido utilizadas para eventos sociales y culturales, en concreto para conciertos. En 2024 se empezaron a instalar para autoridades y, algunas localidades, se vendían (o intentaban vender) con un fin benéfico. Entonces, el público participaba en relativa o aparente igualdad.

La imagen importa. Y en los actos públicos, más aún. Un izado de bandera es un símbolo compartido, colectivo, transversal. Es un acto de todos. Elevar físicamente a unos frente a otros introduce una jerarquía visual que resulta, cuanto menos, contradictoria. No porque las autoridades no merezcan respeto, merecen todo el respeto, sino porque ese respeto no siempre necesita altura.

En un tiempo en el que se reclama cercanía, ejemplaridad y normalidad institucional, cuesta entender la necesidad de separar con gradas elevadas a quienes representan a la ciudad de quienes la habitan. Todos, ciudadanos y responsables públicos, podrían ver el acto desde el mismo plano, desde el suelo, desde el mismo lugar simbólico.

Cuando hace algo más de un año el Ayuntamiento inició su uso de gradas en actos públicos y protocolarios, justificó el uso de las gradas en su infrautilización. Es un argumento práctico, cierto. Pero no todo lo que es práctico es oportuno. La política es forma, gesto y mensaje.

No se trata de cuestionar banderas ni actos, no lo hacemos. Se trata de preguntarnos si elevar a los representantes sobre los representados es el mejor mensaje en un acto que pretende ser de todos. A veces, la solemnidad no está en la altura, sino en la sencillez.

María Coco Hernando, directora Segoviaudaz.es