Una mirada más allá del diagnóstico, el síntoma y la pastilla.
Hace unos días, pasando consulta, una paciente me preguntó: «Juanlu, ¿tú crees que estoy enferma? Porque no me pasa nada… pero me siento mal».
En ocasiones, no existe una razón concreta que explique el malestar, ni una “crisis”, ya que se trata simplemente del peso de sostener una situación desagradable y del cansancio emocional que eso conlleva. La sensación de estar desconectado de uno mismo sin conocer exactamente el motivo conduce a la culpa: «Si no estoy bien… ¿estoy enferma?».
Vivimos tiempos en los que cualquier signo de sufrimiento se interpreta como un error, un problema que se debe corregir. En definitiva, como una enfermedad. No obstante, no todo sufrimiento implica estar enfermo.
¿Lo normal es estar bien?
Nos hemos acostumbrado a una idea cultural que suena tan lógica como idílica: lo normal es estar bien y cualquier desviación de ese bienestar generalizado es patológica. Ansiedad, tristeza, vacío, decepción… señales que, si aparecen, derivan en una respuesta inmediata: «algo está mal en ti. Ve al médico. Tómate algo para dejar de sentirte así».
Ello se debe a que pensamos en el malestar emocional como si se tratase de una dolencia física, un hueso fracturado o una infección, y pretendemos abordarlo de la misma forma: duele, por lo que algo está dañado en nuestro interior; por tanto, ha de localizarse, intervenirse y curarse. Esta lógica biomédica tiene sentido si se aplica en el cuerpo, pero no todo lo que duele funciona igual.
El sufrimiento humano se parece más a una pequeña china en el zapato: es molesto, persistente e incluso puede llegar a ser insoportable. Unas veces, se sabe cómo ha acabado en nuestro zapato, pero otras veces no y, como ocurre con nuestra china, lo primero que solemos hacer es intentar avanzar mientras evitamos pensar en ella; llegando a cambiar el peso del cuerpo, forzar la pisada y apretar los dientes con tal de seguir. Sin embargo, la china sigue ahí. No desaparece por querer ignorarla, únicamente cambia de forma y, al igual que con el sufrimiento humano, si no se atiende, termina por doler en otro lado.
Cuando el modelo médico intenta curar lo emocional como si fuera un hueso roto, olvida que en ocasiones el dolor no es una avería, sino una señal, un aviso, un síntoma de que algo nos sucede y necesita atención más allá de un parche temporal o unas pastillas, como cuando se recurre a benzodiacepinas y/o antidepresivos como primera opción sin haber escuchado previamente la historia de la persona que tenemos delante.
¿Vivir conlleva sufrimiento?
El sufrimiento humano forma parte de la vida como consecuencia de las dificultades vitales: cambios abruptos, fallecimientos, rupturas amorosas, problemas en el trabajo, baja autoestima, etc. Alteraciones que se producen cuando desaparecen nuestras certezas o, simplemente, ya no sabemos lo que queremos.
A pesar de puede sonar tranquilizador considerar que estas dificultades se deben a “estar enfermos” y tendemos a ponerle un diagnóstico a lo que nos pasa, esto puede ser injusto. Esta tendencia nos convierte en pacientes cuando, en realidad, lo que nos pasa es que somos personas y como todas las personas, incluso las más fuertes, sufrimos. No por estar rotas, sino porque sentimos.
¿Es útil esforzarnos en evitar el malestar?
Cuando nos convencemos de que sentirnos mal es un fallo, empezamos a pelearnos con nuestras emociones: evitándolas, tapándolas, medicándolas o anestesiándolas. Si bien lo hacemos con la intención de no sufrir, resulta paradójico, ya que cuanto más luchamos contra lo que sentimos, más fuerza le damos.
Como, por ejemplo, cuando tendemos a ver series sin parar, trabajar hasta reventar, comprar de forma impulsiva, beber, etc. Todos lo hemos hecho: fingir que todo va bien y hacer como si no pasara nada. Y a veces funciona… durante un rato, hasta que volvemos a la realidad y el malestar sigue ahí.
¿Y si no hay nada que curar?
Este artículo no dice que no existan trastornos mentales. Existen, son serios y necesitan atención profesional. Tampoco se trata de romantizar el sufrimiento, pero una cosa es un trastorno que ha alterado tu sentido vital y otra cosa distinta es el sufrimiento normal de vivir.
Ese que aparece cuando la vida duele. Que no necesita etiquetas. Que no siempre requiere diagnóstico. Que no convierte a nadie en “paciente”. Que a veces solo necesita espacio, escucha, tiempo, y la posibilidad de nombrarse sin vergüenza.
Quizá no haya que curarte, quizá solo necesitas ser escuchado sin que te juzguen por estar mal. Acompañarte a comprender lo que sientes, a encontrar sentido incluso en lo difícil y lo desagradable.
¿Qué pasaría si transformásemos la creencia de que estar mal es un signo de enfermedad?
¿Y si empezáramos a plantearnos que estar mal, a veces, es señal de que algo importante está pasando en ti?
Si quieres profundizar en el impacto del modelo biomédico y la industria farmacéutica en la salud mental, te recomiendo Sedados de James Davies.
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Juan Luis es psicólogo sanitario y escribe desde el lugar que más le apasiona y en el que escucha cada día: su consulta. Aborda la salud mental sin prometer soluciones mágicas ni recurrir a etiquetas o eslóganes fáciles. Su propósito es invitar a pensar y reflexionar, creando un espacio compartido en el que encontrar, juntos, un mayor sentido a lo que vivimos hoy.