El año 1989 cambió el rumbo de Europa y del mundo. No fue hasta entonces, medio siglo después del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la división del continente, del mundo y de las mentes humanas que se dividían en dos bloques hostiles, empezó a desmoronarse. Una serie de acontecimientos abrió el camino a la democracia, a la soberanía de los países del antiguo bloque soviético y a la indefensión de unos valores que ya carecían de argumentos.

La exposición “1989. Puntos de Vista”, organizada por el Palacio Quintanar de Segovia, por el motivo del 35 cumpleaños de este acontecimiento y en conjunto con EUNIC (organización que agrupa a diversas instituciones culturales Europeas cuyo fin es el fortalecimiento cultural de la UE a través del dialogo y la colaboración en artes, educación y ciencia), invitan a reflexionar sobre este periodo, a través de una exposición fotográfica, inaugurada este viernes y con la participación de diplomáticos de varios de los países protagonistas: Alemania, Austria, Checoslovaquia, Hungría, Lituania, Polonia y Rumanía.

Una Europa con dos caras:

Como dice el dicho popular, “El césped del vecino siempre es más verde” o eso es lo que pensaron muchos de los ciudadanos de los países del bloque soviético sobre lo cómodo y bien que vivían sus vecinos del Oeste en los 80. Era inevitable un cambio por el anhelo de una vida mejor, más aún cuando la calidad de vida y desorganización política que vivían iba en aumento, por no decir de la desigualdad de los próximos al régimen, con el resto de la población.

Al otro lado sin embargo, reinaba la prosperidad, la sociedad del bienestar y una Europa democrática que había resurgido de sus cenizas. Esta dualidad se plasmaba tremendamente entre las dos Alemanias.

La exposición fotográfica recoge cada uno de los grandes cambios y las diferentes perspectivas, dependiendo del país. Desde Polonia, donde las elecciones de junio de 1989 permitieron el primer gobierno democrático del bloque del Este, hasta la salida del ejército rojo de Lituania. Eventos como el picnic paneuropeo en la frontera húngaro-austriaca y la histórica cadena humana de 600 kilómetros en los países bálticos simbolizaron el anhelo de libertad, reflejado ahora en las fotografías del Palacio de Quintanar. Entre todos ellos, la caída del Muro de Berlín en noviembre marcó el momento más icónico, seguido por la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia y la violenta insurrección en Rumanía. Cada uno de estos episodios se plasma como una lucha colectiva por la libertad, en unos países más violenta que en otros, y son presentadas de una forma muy representativa.

“Distinto Camino, mismo destino” a través de las imágenes del Palacio de Quintanar

Las fotografías exhibidas son testimonio de cómo la historia se vivió desde distintos ángulos:

• Lituania quizá recorrió el camino más largo de todos los presentes ya que, al igual que otros países bálticos, estaba plenamente integrado en la URSS. Con la Cadena Báltica como acto de resistencia y unidad pacífica, capturada por Romualdas Pozerskis, destaca la valentía de los ciudadanos que impulsaron la independencia de la Unión Soviética. La embajadora de Lituania, Lyra Puišytė-Bostroem, hizo hincapié en como la figura de Gorbachov «era maléfica». Mientras, según consideró, en occidente ha quedado para la historia como hombre de bien y dialogante. Nada que ver con la percepción de los lituanos, que lo responsabilizan de un bloqueo angustioso, quedando el país sin agua, luz y alimentos pero aún con la presencia del ejército rojo, que resistió 3 años más.

• En Rumanía, María Pop, directora del Instituto Cultural Rumano explicó el episodio donde esta transición se produjo de manera más violenta, mostrando las desgarradoras imágenes del fotógrafo aficionado, en aquel entonces, Constantin Duma con su cámara encontrada, documentando la Revolución en Timișoara, un relato de sacrificio y esperanza en el caos.

Alemania, vista a través de los proyectos de Stefan Koppelkamm, retrata el antes y después de la caída del Muro y del Telón de Acero, las cicatrices visibles en el paisaje y en la sociedad. Una mirada de los años 90 vs 2000 en el detalle urbanístico fundamentalmente, explicada por Rebeca Castellano, Coordinación Artes Visuales y Humanidades Goethe-Institut.

• Desde Checoslovaquia, las fotografías de la Revolución de Terciopelo, como las de Dana Kyndrová, reflejan la energía y la emoción de un pueblo unido contra la opresión. La anécdota aquí está en como una organización estudiantil comunista, con motivo del 50 aniversario de la clausura de las universidades por parte de los Nazis, convoca a la masa estudiantil y acaba en el sorpresivo y suave, por inesperado, levantamiento general y de ahí la denominación «Revolución del Terciopelo». Así lo recordó Iveta Gonzalezová, directora adjunta del Centro Checo.

• En Hungría, el rendszerváltás (cambio de régimen) aparece como un símbolo de liderazgo en la transición democrática. El país, representado por Katalin Tóth, embajadora de Hungría en España, y Balázs József, agregado de cultura y educación, abordaron la  fractura ocasionada por la creación de nuevas fronteras.

Polonia, con las instantáneas de Krzysztof Miller, muestra tanto la vida cotidiana y los movimientos sociales como los momentos clave de su transformación. Los representas de este país hicieron hincapié en como se miró a España como ejemplo de transición pacífica utilizando el argumento y no la fuerza bruta. Así, al acto acudieron Maria Ślebioda, directora del Instituto Polaco de Cultura; Ernest Kowalczyk, Coordinación de proyectos; e  Inma Flor, responsable de Comunicación y Relaciones Institucionale

• Finalmente, Austria, representada en materia fotográfica por Kurt Kaindl, plasma la caída del telón y expone a la “frontera” como espacio de memoria y reconciliación, uniendo el pasado con la búsqueda de un futuro compartido, sin fronteras. A la inauguración de la muestra acudieron Kristian Henk, director Foro Cultural Austria

Reflexiones del autor al contemplar las fotografías.                              La Unión Europea: Entre Promesas y Realidades. 

La exposición también plantea una reflexión crítica: si bien el proyecto europeo ha ofrecido estabilidad y cooperación, no todos los ideales de 1989 se han cumplido. En muchos de los países que protagonizaron esta transformación, los desafíos democráticos persisten, y las desigualdades entre Este y Oeste son visibles.

No obstante, la historia de este año crucial nos recuerda que la unión de esfuerzos y valores compartidos puede transformar sociedades. Desde las protestas en las calles hasta los acuerdos políticos que sellaron nuevas alianzas, 1989 nos deja una lección: el anhelo de libertad y justicia puede superar barreras impenetrables, incluso de acero pero su mantenimiento requiere un esfuerzo constante y colectivo.

Esta exposición no es solo un viaje al pasado, sino un llamado a repensar el presente. Al mirar hacia atrás, bajo el paraguas de una Unión Europea que une a estas naciones, queda claro que el camino hacia una Europa verdaderamente equitativa sigue siendo un desafío compartido.