Si algo dibuja el perfil de Segovia es sin duda la Catedral de la ciudad. Suspendida entre el cielo y la tierra su majestuosidad y elegancia vigila, impasible, el ritmo de la ciudad. Una Segovia que espera impaciente un veredicto que sume a su título un 2016. Nos encontramos ante las puertas de la sede de la cátedra del Obispo de Segovia, la Iglesia más importante de la ciudad, y nos sumergimos en un viaje a través del tiempo y la construcción de una Catedral hecha por el pueblo segoviano. Nos acompañan en este viaje Jesús Postigo, candidato a la alcaldía de Segovia por el Partido Popular y Mercedes Sanz de Andrés, guía de la Catedral de Segovia y miembro del equipo de Postigo. La Dama de las Catedrales nos da la bienvenida a la 2ª razón para coronar a Segovia como Capital Europea de la Cultura. Sean bienvenidos.
Si Castilla acogió orgullosa el comienzo de las construcciones góticas con la Catedral de Ávila, también va a despedirse de este estilo con la de Segovia cuya construcción constituye una de las más atípicas del territorio español. Todo tiene un por qué, todo tiene una razón y habrá que remontarse en la historia para conocer las peculiaridades de su construcción.
Nos situamos en los actuales jardines del Alcázar donde, bajo nuestros pies, se ubicaba la antigua catedral románica de Santa María. La Guerra de las Comunidades llegaba a Segovia y los comuneros decidieron ocupar la Torre de la Catedral puesto que los realistas estaban defendidos por el Alcázar. La cruenta contienda acabó rápidamente con un edificio que no estaba preparado para la guerra. Segovia había perdido su casa de culto a Dios.
El Cabildo decide construir una catedral nueva por deseo del Emperador Carlos I, que apartada de la residencia regia, se situó en el punto más alto de la ciudad. De siempre ha sido un orgullo segoviano poder visualizar esta magnífica obra de arte desde todas las entradas de la ciudad. El gótico planteó entre sus dogmas estéticos y religiosos el ensalzamiento de las catedrales hacia el cielo, vigilantes de las almas de sus feligreses y mantos de protección para los habitantes. Pero no es sólo una cuestión estético-religiosa, sino que el Cabildo, consciente de los terrenos que administraba, decidió expropiar una parte de sus terrenos para conseguir una construcción más económica. En total, fueron cien las casas, más el convento de las Clarisas, las que se destruyeron. La ciudad preparaba ya su nueva y flamante Catedral.
Si de peculiaridades hablábamos antes, la primera de ellas, como nos van a contar nuestros guías, será la de comenzar la construcción por los pies; al contrario que todas las Catedrales, que se comienzan a construir por la cabecera, hacia el este, a la Jerusalem celeste. El motivo de esta extraña decisión no es sino uno económico: el de trasladar la máxima cantidad de elementos posibles de la antigua Catedral. De esta manera, el desplazamiento se haría más rápido y menos costoso. Un pueblo entero, el segoviano, comenzaba a aunar esfuerzos, a realizar sus aportaciones, cuales fueran, a los pies de la Catedral, y comenzaba un movimiento social sin antecedentes. Segovia quería su Catedral y la querían en todo su esplendor. Bajo la máxima de “lo mejor para Dios”, el pueblo segoviano comenzó a llevar a cabo una auténtica muestra de fe para llevar a cabo algo, que desde el principio sabían que no iban a ver terminar.
La Plaza Grande
La actual Plaza Mayor, conocida anteriormente como La Plaza Grande, comenzó a albergar la construcción de la nueva Catedral de Segovia bajo el mando del maestro Juan Gil de Hontañón, cuyos planos de trazas aún se conservan. Junto a él otros dos nombres hicieron posible el comienzo de estas obras, su aparejador García de Cubillas y junto a ambos, el fabriquero Juan Rodríguez.
Comenzaba así en 1525 la construcción de una Catedral que lo primero que hizo fue otorgar el perdón a quienes habían participado en la destrucción de la antigua. Por eso, la primera puerta, visible desde la calle del Doctor Castelo, se llamó Puerta del Perdón. Alrededor y flanqueando el edificio, una verja corre entre pilares coronados por leones con escudos de las armas de los Reyes. El patio que se construyó posteriormente, fue enlosado con el suelo de la propia catedral que se trasladó en el s. XVII para evitar el solapamiento de casas a las paredes de la Catedral; es este mismo suelo el que alberga las lápidas de diferentes obispos que a lo largo de sus vidas, dedicaron su trabajo a la Catedral.
Si nos damos una vuelta por lo que era esta Plaza Grande, la Catedral de Segovia, no tiene excusa para disimular de dónde es. Los escudos que la rodean marcan la presencia segoviana en su construcción y vida posterior. En concreto, son tres los escudos que tatúan el cuerpo de la Catedral: el de Carlos V, el de Segovia con su Acueducto; el del Obispo Don Diego de Ribera, y el búcaro, anagrama del Cabildo de Segovia.
Pero sin duda alguna, si hay algo que llama la atención en la Catedral es el complejo e inmeso bosque de pináculos que la rodean por cada nervio de su estructura. De estilo barroco, estos rizos de la Dama, cumplían la función de contrafuertes para evitar posibles derrumbamientos, pero aparte de su funcionalidad, otorgan a la Catedral, la elegancia, delicadeza y sobriedad que la caracterizan.
Interior
Tras pasar bajo la atenta mirada de San Frutos por su puerta desde la Plaza Mayor, nos dirigimos al interior de la Catedral, no sin antes levantar la vista hacia el Santo e intentar ver lo que muchos creían ver los días de San Frutos: el famoso y legendario «paso de la hoja del libro».No hay mucha suerte, asi que entramos para percibir con los ojos bien abiertos ya nada más entrar, la parte más importante de la Santa Casa: el Altar Mayor.
El conjunto del presbiterio corresponde con el centro de la vida cristiana, el altar donde se desarrolla la misa y el que sin embargo fue, por razones arquitectónicas, la última en construirse. Sevilla, entre otras catedrales, sufrió el derrumbe de su crucero al rematar la cúpula ya que el peso de las naves fue demasiado grande para su resistencia. Por esta razón, Segovia quiso andar prevenida y construir su crucero en último lugar. Cuesta pensar en una catedral partida por la mitad, dividida en «dos edificios» con un enorme pasillo central al descubierto.
Es en esta parte, que se construiría a partir de 1607 y hasta 1685, donde encerrado tras una magnífica rejería del siglo XVIII se encuentra el Altar Mayor. En su muro, y aunque no existen evidencias gráficas de él, un gigantesco retablo de plata cubría la piedra hasta coronar la cúpula. El Cabildo mandó retirarlo y colocar uno nuevo más acorde con la arquitectura de la Catedral. El nuevo, neoclásico, está sometido a las máximas de proporción y simetría y va a ser un perfecto muestrario de los mármoles de las canteras españolas. Carlos III para impulsar la economía de un país con una economía cada vez más decadente, decidió prohibir el traslado de mármoles de canteras extranjeras y llevar a cabo el retablo que hoy alberga en su hornacina central a la Virgen de la Paz, originaria de la antigua Catedral; una talla de madera, cubierta de plata por completo a excepción de la cara y las manos que son de marfil. A sus lados, en lo intercolumnios, San Geroteo, el que se conoce popularmente como el primer obispo de Segovia, y San Frutos, patrón de la ciudad, custodian la talla. En el ático, San Valentín y Santa Engracia, hermanos de San Frutos, completan un conjunto al que, a drede, le llega la luz de unas vidrieras desnudas de colores, que resaltan el valor de esta obra.
La caja musical de la Catedral
Si giramos 180º nuestras cabezas y dirigimos la vista al frente, vamos a toparnos de lleno con otra de las partes más importantes de la Catedral de Segovia a la que llegaremos por la Via Sacra. Recorremos un pasillo repleto de lápidas de ilustres segovianos que pagaban por estar cerca de Dios hasta llegar a un Coro de una belleza y originalidad extremas.
Pero antes, y mirando hacia arriba no podemos dejar de pasar por alto que nos encontramos en el punto más cercano a nuestra historia en la construcción de la Catedral. Bajo la cúpula, rematada por Francisco Viadero en 1685, se daba casi por finalizado el conjunto la Catedral de Segovia. El 8 de junio de 1686 se derribaba el paredón que desde hacía ciento cincuenta años separaba las naves de la cabecera. Tras arreglos posteriores y obras menores, el pueblo segoviano clamó “en gritos de alegría y acción de gracias” cuando la Catedral de Segovia se consagró el 16 de julio de 1768.
Pero eso, corresponde a capítulos posteriores, y ahora nos encontramos junto a Jesús Postigo y Mercedes Sanz frente al coro. A diferencia de la catedrales europeas, éste se encuentra en el centre atendiendo a las necesidades acústicas de una iglesia en la que se celebrara la misa cantada y andada; es decir, una misa que se llevaba a cabo a pie entre las diferentes capillas y cantando, funcionando así de caja musical.
De estilo gótico, el coro, que pertenecía a la antigua catedral, está compuesto por 116 sillas de madera de nogal decoradas por una motivos geométrica que evocan formas naturales y que no repite ninguna de sus estructuras. En él, la Historia vuelve a recordarnos que es Segovia la cuna de la imprenta en España, ya que en el primer sitial se encuentra el escudo de Juan Arias Dávila, quien mandó imprimir el Sinodal de Aguilfuente, primer libro impreso en España, y que se encuentra depositado en el archivo de la Catedral. A la entrada del Coro, y cada una a un lado, izquierdo y derecho, se encontraban los asientos para los reyes, Enrique IV y Juana de Portugal. Además, en el centro, podemos observar el enorme facistol de pie renacentista que porta los libros con los cánticos y oraciones.
Para cerrar este conjunto, pero no por ello menos grandiosos, son los dos órganos donados a la Catedral. El primero de ellos, el de la Epístola, fue donado en 1702, y el segundo, el del Evangelio, en 1768 coincidiendo con la consagración de la Catedral.
La huella de la antigua Catedral, al completo
El Claustro era tan nuevo y tan bueno que se decidió su desplazamiento desde 1471 hasta 1479. Canteros, entalladores o peones realizaron un trabajo en equipo que era premiado a menudo con paños segovianos de gran calidad. En el pavimento, podemos concontar las lápidas de Rodrigo Gil de Hontañón.
Situado en el lado sur de la catedral, el Claustro es una obra de Juan Guas que procede por completo de la antigua Catedral. Su acceso, a través de una puerta decorada por esculturas de Sebastián Almonacid y costeadas por Isabel la Católica, nos permite ver una obra del gótico flamígero del siglo XV que fue encargada por el obispo Arias Dávila.
Era tan nuevo y tan bueno que se decidió su desplazamiento desde 1471 hasta 1479. Canteros, entalladores o peones realizaron un trabajo en equipo que era premiado a menudo con paños segovianos de gran calidad. El paseo por su base cuadrada de 36 metros deja tras de nosotros en el suelo la lápida de uno de los maestros de la Catedral, Rodrigo Gil de Hontañón, cuyo expreso deseo era descansar eternamente en la Catedral en la que estaba trabajando. Además, podemos encontrar diversas capillas: junto a la puerta de entrada al claustro una capilla de estilo clásico con los restos de don Luis Tello Maldonado obispo de Segovia muerto en 1586; enfrente de esta, otra de estilo gótico flamigero que cobija los restos del canónigo don Fernando de Cabrera, muerto en 1576; o la que mandó hacer el canónigo don Iñigo López Aguado en estilo plateresco junto a la puerta de la Sala Capitular. Cerca de esta capilla empotrada en el muro, una urna con las cenizas de Maria del Salto (la judia Esther) a quien salvó la Virgen de Fuencisla en un hecho milagroso.
Vigilante a pesar de la adversidad
Desde el espacio del claustro, la austeridad, contrasta con la magestuosidad de la torre de 88 metros. En su origen media 108, siendo una de las más altas de España. Esta, que se encontraba rematada por un chapitel de madera traída de América e incrustaciones de plomo, fue en parte destruida en 1614 por la caída de un rayo sobre la aguja que originó el incendio de las cubiertas. Cinco años despues se restauró con una reduccion de 20 metros y bajo el diseño de Pedro de Brizuela.
Tras conseguir subir los 300 escalones que tiene, pasar por la antigua casa del sacristán y continuar subiendo, no sin alguna parada para admirar el paisaje segoviano, y dicho sea de paso para descansar, coronamos de la mano de Jesús Postigo y Mercedes Sanz el tope de la torre en el que su sombra se extiende por la ciudad.
El campanario y sus campanas repicando para toda la ciudad, las capillas, la Sala Capitular, el Museo Catedralicio, el Trascoro y las capillas de la girola y naves, completan una Catedral llena de secretos, de épocas y de trabajo y esfuerzo por levantar algo que ya se creía perdido con la destrucción de la antigua Catedral, y que por supuesto, no dudaremos en contaros en otra ocasión. La riqueza del conjunto arquitectónico se ve exaltada con obras de arte de todas las épocas y partes de Europa y España, pero no corresponde en este momento desvelar estas pinceladas de historia que, sin duda, os invitamos a que visitéis.
Tras su consagración en 1768, la Catedral de Segovia, dejaba atrás en su historia doscientos sesenta y tres años de construcción; mucho esfuerzo, mucho dinero y mucha gente que de una forma u otra participó en el levantamiento del orgullo de los segovianos, y de los que no lo son. Bien dieron cuenta alrededor de Segovia y en esta fecha del nuevo orgullo y esplendor segoviano; cuentan, que la iluminación de las luminarias en las cornucopias de la Catedral era tan grande, que en su consagración, hasta el pueblo de Santa María la Real de Nieva podían ver el resplandor.
El resultado fue una belleza inigualable de planta de cruz latina, tres naves, crucero, cabecera con girola, capillas radiales, torre y un claustro. Todo ello en 33 metros de altura, 50 metros de ancho y 105 metros de longitud.
Sin duda alguna, una de las Catedrales más bellas. No sabemos si será subjetiva u objetivamente, lo único que si es seguro es que su belleza, su elegancia y su esbeltez la hace la más bella de las damas.
Desde las alturas, no os podemos explicar del todo la sensación de recibir el aire en la cara desde el punto más alto de Segovia. En el campanario de la torre, casi a 88 metros de altura, el tiempo parece detenerse para contarnos la historia de la devoción de un pueblo por una Catedral. La Catedral de Segovia.