Parados, licenciados, estudiantes y ‘semi-pensionistas’ a los que no les basta su pensión para sobrevivir. El perfil de los temporeros que participan en la vendimia de la Ribera del Duero burgalesa es distinto al de otros años. La crisis económica ha obligado a muchos a participar en la estacional recogida de la uva para poder sacar un dinero con el que tirar unos meses. Distinto y local, porque a diferencia de lo que ocurrió hace unos años, la mayoría de los casi tres mil temporeros que participan en la actual cosecha son burgaleses y ribereños a los que el paro y los efectos de la crisis les han dado de lleno.
La localidad de Sotillo de la Ribera acoge todos los meses de octubre a un centenar de temporeros que llegan desde distintos puntos para participar en la campaña de vendimia de las bodegas y viticultores de la zona. Allí, enclavados en un entorno privilegiado para el desarrollo y la maduración de la uva se encuentran los viñedos de la bodega ‘Ismael Arroyo’, una explotación familiar que produce 250.000 litros anuales de vino, gracias a la sacrificada labor de 15 trabajadores eventuales “que se han convertido en una pequeña familia”, según confesó en declaraciones a Ical Aurora Lázaro, propietaria de la bodega.
Bajo un sol de justicia y muchos kilos de uva a sus espaldas, Antonia García se afana en recoger los cestos de uva que van quedando en el suelo para cargarlos hasta el tractor que después vertirá los racimos a la prensa. A sus 62 años, viuda y a la espera de obtener una “buena pensión”, lleva 17 años participando en las campañas estacionales de la zona para “ganarse unas perras”. Como el resto de sus compañeros, Antonia no sabe lo que cobrará al finalizar la vendimia. Ella y sus catorce compañeros han sido contratados a través de una empresa de trabajo temporal que les pagará cuando acaben su trabajo en Sotillo. “No sabemos cuánto ganaremos, depende de lo que quieran pagar por la uva que, tal y como están las cosas de mal, igual es menos que otros años”, declaró Antonia.
La crisis ha azotado al mundo del vino. Miguel Ángel Arroyo, uno de los dueños de la producción, explicó que la retribución que recibirán los jornaleros ronda los 9-10 euros por hora; “una cifra un poco más baja que la de años anteriores”, por lo que el sueldo por un día de trabajo supera los 70 euros. “Suelen sacarse unos 300 euros de media, aunque depende de los días que dure la recolección y el desarrollo. No pagamos por kilos recogidos, es más justo hacerlo por horas”, sentenció.
De las aulas, al campo
La actual coyuntura y el parón laboral han obligado a muchas personas a participar “de forma seria” en las labores del campo. David Abad es aparejador, tiene 31 años y lleva unos meses en el paro. Después de trabajar durante tres años de lo suyo, se quedó en el paro a consecuencia del bajón que sufrió el sector de la construcción; por eso, no se lo pensó dos veces cuando se enteró de que necesitaban mano de obra para trabajar en el campo. “No es la primera vez que me saco un dinero en estas campañas, ya lo hacía cuando tenía que pagarme los estudios; aunque sí que es verdad es que la cosa está muy parada y las perspectivas de futuro no son las que nos gustarían”, manifestó.
Diferente es el caso de Miguel Salgado, el jornalero más joven de la cuadrilla, y para quien la campaña supone su primera incursión en el mundo laboral. A sus 17 años y tras abandonar los estudios hace un año, este joven se afana entre las vides para aprender de sus compañeros y poder sacarse un dinerillo con el que pagar la autoescuela. “Quiero sacarme los carnets de conducir porque sin ellos será más difícil encontrar un buen trabajo el día de mañana”, afirmó Miguel, entre poda y poda.
800 kilos al día y mucho esfuerzo
La mayor parte de los jornaleros se quejan de que el trabajo no está bien remunerado a pesar de la dureza que supone soportar centenares de kilos de uva al día sobre sus espaldas. Cada uno de los temporeros recoge al día una media de 800 kilos en jornadas laborales de ocho horas que arrancan a las 9 de la mañana y concluyen a las 19 de la tarde, después de un descanso y un almuerzo, necesario para reponer fuerzas.
A pesar de la dureza de las jornadas, son muchas las mujeres que trabajan en la recogida de la uva. María de las Viñas Sastre no tiene otra opción, parada desde hace 2 años y con dos niñas a su cargo compagina “pequeños trabajillos” con el sueldo de su marido para hacer más llevadero el día a día. Como muchos de sus compañeros, ella viene diariamente desde Aranda de Duero (Burgos) desde hace dos años, a pesar de que reconoce que el trabajo físico es “muy duro”. “Cuando hace falta el dinero no te lo piensas, si sale esto pues adelante”, confesó.
Los quince temporeros que participan estacionalmente en la bodega ‘Ismael Arroyo’ componen una pequeña familia dedicada al mundo del vino, que lleva desde el año 1979 dedicados a la labor viticultora. Los esfuerzos de estos hombres y mujeres, y el sudor que se desprende de sus frentes es, en parte, el responsable de que los vinos de esta firma estén presentes en países como Inglaterra, Israel, Japón y EE.UU.