Este 2024 se cumplen 300 años de un ‘capricho’ real en Segovia. Fue en 1724 cuando Felipe V, tras la muerte de su hijo, se instala en el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, para llevar la Corte Real desde la provincia de Segovia, abandonando la ciudad de Madrid.
A partir de la decisión de no volver a la Corte de Madrid y reinar desde La Granja de San Ildefonso”, Felipe V tuvo la necesidad de ampliar las instalaciones para acoger a todos los miembros de la Corte.
En ese momento, interviene el arquitecto italiano Andrea Procrachini, quien planteó dos alas que “surgen hacia el norte y sur del núcleo cuadrado” y la remodelación de la fachada oriental, la parte trasera de la colegiata “siguiendo un nuevo estilo imperante”. Además, se construyen nuevas fuentes en los jardines, llegando a haber hasta 26 ciclos de agua.
Inicialmente, según el historiador y cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso, Eduardo Juárez, se plantea un edificio privado para el rey de España. Precisamente, esa es “una de las razones por la que la fachada principal da hacia dentro de los jardines”. Este espacio, hasta el 1724 va a ser una morada privada y, a partir de esta fecha, “se convertirá en un Palacio Real”.
En su inicio el palacio, entendido como un lugar de retiro, “era mucho más pequeño”. “Lo que verdaderamente quiere el rey es el jardín”, asegura la conservadora, por lo que se plantea un jardín “fantástico”, encomendado su trazado al arquitecto René Carlier.
Un lugar único en el mundo
Dentro de la edificación planteada en una superficie de 147 hectáreas, tanto Juárez como la conservadora de Patrimonio Nacional, Virginia Albarrán, coinciden en que los jardines barrocos son «lo más singular del palacio”, además de la obra monumental de los juegos de agua y el sistema hidráulico que “singulariza este espacio incrustado en mitad de la Sierra de Guadarrama”, a más de 1.200 metros de altitud, lo que le convierte en un lugar “único en el mundo”.
Tras la muerte de Felipe V, enterrado en la Colegiata del propio palacio, este seguirá en uso como residencia no permanente, solo de verano, para el resto de los monarcas, sobre todo para Carlos III y Fernando VII, tal y como explica la conservadora.
El incendio de 1918
Sin embargo, el 2 de enero de 1918 se produce un incendio “que hizo cambiar la tónica del palacio”. El fuego, proveniente de una chimenea de la botica, se propagó por el Palacio Real de La Granja “rápidamente” por la propia construcción del palacio “que tiene muchas cubiertas de madera” y por las condiciones climatológicas que hicieron que el puerto quedase incomunicado por ambos sentidos.
El incendio estuvo presente dos días y dos noches y “consumió prácticamente todo el Palacio, salvo el área suroeste” donde se encontraban las habitaciones principales. Como consecuencia, se perdió gran parte del edificio, además de bienes “que no se pudieron salvar”.
El propio Alfonso XIII quiso reconstruir este edificio “en un momento económicamente complicado en el que no se pudo afrontar esta restauración en los años inmediatos”, por lo que tardó diez años en poder reconstruirse y “muchos edificios que desaparecieron no se pudieron volver a recuperar”.
Entonces, hasta después de la Guerra Civil no se reconstruye completamente, quedando como una residencia no habitable a partir de mediados de los años 40.
Un palacio extraordinario
“Dentro de los palacios y residencias reales, es una de las más extraordinarias” desde el punto de vista arquitectónico y natural, asegura la conservadora de Patrimonio Nacional.
“El conjunto que representa el edificio con los jardines es único en España”, apunta. Además, desde el punto de vista hidráulico, en el que se mantiene el sistema del siglo XVIII, podría considerarse “único en el mundo”.
Los chorros de las fuentes llegan a distintas alturas y son producidos por la propia presión del agua “sin necesidad de implicar máquinas de bombeo”.
Además, destaca que el conjunto del palacio y los jardines “es muy unitario”, ya que se construye en muy pocos años y “los artistas que están dirigiendo a los equipos de trabajo son los mismos”.
Por otro lado, señala que, aunque gran parte de la edificación esté reconstruida, “se conservan planos y referencias de lo que se construyó”, por lo que respeta la arquitectura de ese momento.
En el circuito de Patrimonio del Estado
La historia que esconden las paredes del Palacio Real de La Granja, le hace estar incluido dentro del circuito de Patrimonio del Estado “que se abre a la visita pública”. Así, las habitaciones principales “destinadas a la residencia de los reyes” y las más ricamente decoradas “se abren a la visita pública y la acogida de actos públicos”, siendo el cultural su uso fundamental.
De ese modo, en palabras de la conservadora, el valor principal de esta edificación lo acogen la planta principal “donde se ubicaron las estancias principales de los monarcas”. También la planta baja “que se destinó para alojar toda la colección de esculturas de los reyes”, que se adquirieron, en gran parte, a la reina Cristina de Suecia.
En estas dos plantas, se encuentran estancias como el dormitorio principal, situado en el centro “a través del cual se ve la fuente de La Cascada y el Cenador de Mármol”.
También acoge antecámaras y distintos gabinetes amueblados con mobiliario de ese momento “tal y como estaban las estancias durante el siglo XVIII”, además de cuadros, porcelana “porque Isabel Farnesio fue una gran coleccionista de porcelana oriental” y salas revestidas de lacas chinas “siguiendo el gusto del siglo XVIII”.
Museo de Tapices
Para conocer la historia del palacio, según cuenta el historiador, Eduardo Juárez, es necesario visitar la parte del jardín y el Museo de Tapices “que conserva la colección de tapices flamencos e historiados del rey”. Por su parte, en relación con las dependencias, aunque la gente visita las cocinas y las dependencias de los sirvientes, considera “se deben visitar los diferentes contrastes históricos del jardín”, ya que asegura que en el año 2000 “el palacio se congeló en el reinado de Felipe V, pareciendo que no ha vivido nadie más aquí”, sin embargo, tal y como explica el historiador, por el Palacio Real de La Granja “han pasado todos los jefes de estado de España y, por ello, se considera historia de España”.
En este sentido, el conservador de tapices de Patrimonio Nacional, Roberto Muñoz, destaca que los tapices están situados en dos ámbitos, uno es el palacio “donde se pueden encontrar diversos tapices, entre los que destacan los cuadros tapiz”, ubicados en la sala anteriormente conocida como ‘cama de repuesto’, de la época de Felipe V e Isabel Farnesio, que estaban en el palacio en los primeros inventarios de este lugar, por lo que “es interesante verlos en el contexto de las antiguas salas”.
El otro ámbito corresponde a los tapices propios del Museo de Tapices, “que siguen un orden cronológico desde los primeros, del comienzo del siglo XVI hasta el siglo XVII”. Posteriormente, según señala Muñoz, en la renovación del museo se amplió ese arco cronológico, pudiéndose encontrar en visita pública alrededor de unos 20 tapices, sumados a las salas cerradas de la colección ‘Apocalipsis’.
Series de tapices únicos
Los tapices en general, “siempre han estado vinculados como emblemas de poder de la Corona”, por lo que contar con algunas de las series “más importantes” como la de ‘Los honores’ o ‘La Pasión cuadrada’, “perteneciente a Margarita de Austria” en estas salas “es muy relevante”, ya que se consideran “colecciones icónicas que han estado presentes en eventos importantísimos”, explica el conservador de tapices de Patrimonio Nacional. Concretamente la colección ‘Los Honores’, “ha sido protagonista del bautizo de Felipe II”, y ha formado parte del antiguo Alcázar y de El Escorial. Por su parte, ‘La Pasión cuadrada’ “muestra ese cambio de tendencias góticas a los tapices renacentistas” y, tenerlos juntos en una sala “es muy importante por la razón simbólica y por la razón artística y estilística”, subraya Muñoz.
Roberto Muñoz explica que el lugar fijo y la exposición permanente de los tapices es el Palacio Real de La Granja, aunque la política de Patrimonio Nacional de prestar obras de marcado interés histórico y artístico “para mostrar esa fuerza y poder de la monarquía”, hace que estos se presten para exposiciones temporales en otros espacios.
Por todo ello, el cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso, Eduardo Juárez, declara que tanto para Segovia, como para España “es una suerte increíble contar con este vestigio del pasado patrimonial de estas características”. El uso principal que actualmente tiene es museístico “donde se muestra el prestigio y privilegio de la monarquía española del siglo XVIII”, por lo que para la provincia “significa tener una residencia real más”, ya que el Alcázar fue residencia real, además del Monasterio de San Antonio el Real y el Palacio de Riofrío que “cierra un círculo de patrimonio regio del Estado”.