Tener una vivienda digna es una necesidad para el ser humano; pero si la vivienda pasa a ser considerada como un bien de consumo, un negocio o una carga, a veces imposible de mantener, entonces se cometen graves injusticias. En lugar de ser algo a lo que todo el mundo tendría que acceder sin grandes dificultades, se ha convertido en un negocio para unos pocos y algo inalcanzable para muchos.

Hoy en día, con la crisis económica, miles de familias corren el riesgo de quedarse en la calle porque no pueden pagar una casa que, en el momento de la compra, tenía un precio mucho mayor al precio real. Los bancos ofrecían dinero para comprarla con muy pocos requisitos; la gente se dejó llevar por una buena situación económica y la confianza en un futuro estable. Todo ha cambiado: muchos han perdido el trabajo o han visto reducido su salario y no pueden hacer frente al pago de la hipoteca. Muchas familias viven angustiadas porque el desahucio les acosa y los bancos y los políticos hasta ahora se han mostrado insensibles ante el problema. No todo son cifras o estadísticas, tras de ellas se esconde el rostro de miles de personas que sufren y viven en malas condiciones. ¿Quién se ocupa de ellos?

Lo legal no siempre coincide con lo justo y muchas veces las únicas salidas para los más pobres se consideran ilegales ¡Hay tantas viviendas cerradas y hay tantos desahucios! Cuando una familia con hijos se ve en la calle, se acaban sus derechos…los derechos de un ser humano, porque quedarse sin un techo que nos cobije, eso sí es inhumano.

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