Ana Isabel San Hipólito y Ana María Herranz llevan más de 25 años dedicadas al vidrio. La apuesta por la diversificación convirtió su taller en un centro de formación y venta sus productos lo que no limita su actividad restauradora que les ha llevado a realizar intervenciones en las vidrieras del Alcázar de Segovia, Santo Domingo de Silos o la Catedral de Zamora, entre otros muchos.

Aunar en un mismo negocio el propio trabajo, la venta del producto y la formación es un modelo muy extendido en Europa que en España cuesta introducir. En el gremio artesanal no deja de ser una especie de retorno a los orígenes y aunque parezca que la artesanía pueda circunscribirse al medio rural como campo de actuación más propicio, cada vez son más los ceramistas y vidrieros que en las ciudades practican este modelo de negocio.

Entre las ventajas comerciales asociadas a este modelo están la posibilidad de presenciar en vivo los procesos de elaboración de las piezas artesanales que vas a llevar a casa o, directamente, hacerlas uno mismo ya que el taller y la exposición se encuentran en el mismo espacio físico. Con este sistema, los comerciantes que lo utilizan manifiestan sin dudarlo que les “parece más cómodo y accesible a la hora de vender”.

Ana Isabel San Hipólito y Ana María Herranz llevan trabajando el vidrio desde hace más 25 años y con su proyecto ‘Vitrex’ encuentran en la triple vertiente de elaborar, vender y formar el “modelo perfecto para nuestro negocio”, asegura Herranz que trabaja junto a San Hipólito la vidriera emplomada, la tiffany y de fusión y la restauración.

El radio de actuación de ‘Vitrex’ es amplio y no se circunscribe a Segovia, donde residen, puesto que en su profesión el ‘boca a boca’ es una carta de presentación y han realizado intervenciones en las vidrieras del Alcázar de Segovia, la Real Academia de Ingeniería de Madrid, Santo Domingo de Silos o la Catedral de Zamora, entre otros muchos sitios.

Durante la primera parte del siglo XX gran cantidad de edificios históricos de Madrid y Segovia incluyeron vidrieras que necesitan de un mantenimiento que los cristaleros no pueden hacer y recurren a profesionales de la artesanía en vidrio para esos trabajos. En este tipo de casos la tradición se respeta al máximo y se sigue “escrupulosamente el mismo patrón de trabajo”, afirma Herranz que asegura reciben muchas llamadas de administradores de fincas en Madrid para que restauren vidrieras “porque en Madrid hay muy poca gente que hace eso de manera artesanal”, explica.

Pese a que los encargos de restauración ocupan mucho tiempo, el taller propio con los pedidos de colgantes para ventanas, cajas o joyería forman parte del territorio creativo de los vidrieros. En estos casos “lo importante es el diseño”, recalca Herranz que, junto con su socia, manejan la teoría de que con la “exclusividad” siguen el camino que los clientes les plantean con sus peticiones.

La apuesta por el reciclaje de todo tipo de botellas que transforman en bandejas, posavasos, jarrones… también es una de las señas de identidad de ‘Vitrex’. “El objetivo es darle a cada cosa una utilidad práctica además de estética”, afirma Herranz.

Quizá haya sido la crisis o que las personas optan en la actualidad más por desarrollar su creatividad. El hecho cierto es que, para Ana María Herranz, los oficios artesanales “se han empezado a retomar”, aunque también asegura que “el apoyo institucional es nulo”. “La mayoría de las ferias están mal enfocadas porque son demasiado temáticas. Saturan el mercado y la gente se aburre y nos meten a todos en el mismo saco”, explica.

‘Vitrex’ solo acude a dos o tres ferias al año y lo hace más para publicitarse que para vender productos. “Antes en las ferias vendías piezas de 300 euros y ahora te cuesta hasta vender piezas de 5 euros”, añade.

Talleres para todas las edades 

La parte más emotiva de esta triple vía de trabajo quizá esté en los talleres abiertos al público a los que llegó ‘Vitrex’ para “diverisficar el negocio y para acercar al público el mundo del vidrio y que pierda el miedo a tocarlo con las manos”, dice.

La sensación “mágica” al mirar a los niños cuando se llevan una pequeña vidriera que han hecho con sus manos y el intentar hacer ver a los participantes de que las piezas de vidrio “tienen muchísima utilidad” son algunos de los objetivos de los talleres.

“Un niño puede hacer un curso de una o dos horas y se va a casa con una pequeña vidriera en formato de mosaico”, explica Herranz pero, de hecho, también pueden hacerse una pequeña vidriera de plomo o de tiffany haciendo el proceso entero, desde el dibujo hasta el momento de envolverlo para llevarlo a casa.

Los adultos, por su parte, pueden hacer este tipo de talleres o un curso más largo para hacerse una vidriera real partiendo del diseño y pasando por el corte y la elaboración. Se convierten en los últimos responsables de la vidriera.

Texto y foto: Ical