Segoviaudaz colabora con Cruz Roja en la difusión de una serie de artículos de opinión de escolares de Segovia que reflexionan en torno al día de los derechos humanos que se celebra el próximo día 10. El artículo de hoy es de Aurora Navarro Casado, de 4º de la E.S.O

La delgada línea entre dos mundos

Por la mañana te levantas, desayunas mientras oyes en la radio las noticias del día, “reiterada  oleada de inmigrantes intentando cruzar la valla de Melilla, las autoridades marroquís logran disuadirla” y siguiendo tu rutina, te vistes  y te vas al colegio, sin verte de ningún modo afectado por esa noticia que hace segundos oías como cada mañana.

Me atrevería a decir que el hecho de que, decenas de inmigrantes intenten saltar a diario la frontera entre Marruecos y Melilla, se ha convertido en un acontecimiento, desgraciadamente, nada fuera de lo común para cualquier ciudadano  tanto español como europeo. Sin embargo, que miles de personas al año se jueguen la vida intentando cruzar mares y océanos,  huyendo de su propio hogar, de su país a otros, es quizá, el más claro grito de socorro que hoy en día se está viendo ahogado en el silencio a la par que la muerte de millones de inocentes.

            Como está redactado en el artículo 25 de la Declaración de los Derechos Humanos, “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, (…)” , pero el planteamiento de la situación cambia cuando no tienes casa  ni alimento, ni para tu familia ni para ti, y por eso, decides poner tu vida en peligro para ,únicamente, salvaguardar la de los tuyos; marchándote, buscando otro país que, en comparación con el tuyo, tenga mejores condiciones de vida para poder reunir la mayor cantidad de dinero posible y enviársela a tu familia;  mientras tú, malvives en las calles, escabulléndote de la policía porque estás realizando un acto ilegal, escondiéndote, sin importarte mientras puedas evitar que tu familia esté hambrienta o que tu hijo, con apenas unos meses de vida, muera de una de las enfermedades que más muerte de niños trae a tu país, como es el sida.

Pero este punto de vista cambia radicalmente cuando se es el país anhelado al que centenares de personas entran ilegalmente cada año en sus territorios  y que, para protegerse y evitar que esto siga sucediendo, decide reforzar la valla con otra repleta de cuchillas, aun siendo consciente de que, de este modo, parte de los inmigrantes podrían lesionarse, incluso de gravedad, justificando su actuación como una buena medida disuasoria.

Deberíamos de plantearnos que una persona, sea cual sea su color, raza, etnia o religión, que se ve obligada a abandonar su país, sin saber cuál será su fortuna en el otro, sea, probablemente, porque su grito de ayuda se quedó en eso; y, si por el contrario, hubiese tenido eco, se evitaría que muchas personas cruzaran medio continente y  arriesgaran su vida a seis metros de altura o la perdieran en una patera ahogadas en el inmenso mar que tantas vidas se lleva ya cobradas.