Las nuevas tecnologías del siglo XXI no han restado aprecio a los bibliobuses de la Diputación de Segovia, que incluso han visto incrementada su demanda más de un 20 por ciento en los dos últimos años. Con la crisis conteniendo el gasto en librerías, las bibliotecas móviles han superado los 7.700 socios, aunque el número real de usuarios es mayor, ya que muchos de ellos toman prestados libros, revistas, películas, música o juegos para otros familiares.

Tres bibliobuses recorren 132 pequeñas localidades de la provincia en 42 rutas (una por cada vehículo y día laborable) que se repiten cada tres semanas. El pueblo más pequeño, Aldehuela del Codonal, tiene 32 habitantes censados y el más grande es Palazuelos de Eresma con más de 4.500. Para muchos se trata de lo más parecido a una biblioteca que tienen al alcance.

En 2013 contabilizaron 71.671 préstamos, 8.235 más que en 2012; y recibieron 32.217 visitas, frente a las 26.016 de la temporada anterior. No en vano, de 6.212 socios en 2011 pasaron a 6.843 y 7.707 en los dos años siguientes.

De ello da fe María Jesús Artalejo, quien desde hace 15 años atiende uno de los bibliobuses junto con José Sanz, Pepe, el chófer: “Con la crisis la gente ahorra en libros, claro, y además valora mucho cuando te pide uno que no tenemos y se lo traes en la siguiente visita”, destaca. Ambos compartieron con Ical unas horas en Abades, que pese a sus poco más de 880 habitantes da trabajo, y mucho, a la bibliotecaria.

La jornada ha comenzado en Valsaín sobre las nueve de la mañana y, dos horas después, la biblioteca ambulante aparca junto al colegio de Abades para atender por turnos a los alumnos de cada curso. Ahora suben los de quinto y sexto de Primaria (11 y 12 años) y con ellos vuelve el alboroto.

Los niños llegan algo revolucionados: “Pero Nacho, ¿de dónde vienes con esos calores?”, le saluda María Jesús, que se conoce a todos. “De jugar al fútbol, ¿con esto ya he devuelto todo lo que tenía?”, pregunta mientras deja libros y revistas. “A ver que lo compruebe… sí, todo listo; ¿y tú qué, Sasa?, dame el carné”, le dice al siguiente justo antes de bromear con el corte de pelo que se ha hecho otro de sus pequeños clientes y llamar la atención a un “terremoto” que está dejando libros donde no debe.

Poco después entran dos profesores, Ana y Emiliano: “Esto no debería perderse nunca, el texto en papel sigue siendo necesario y más para los niños, que en internet sólo leen cosas de ellos y además te dejas la vista”, comenta el segundo.

Más de 70 colegios cada tres semanas

Los bibliobuses hacen escala en 72 colegios que aprovechan el servicio para poner deberes de lectura fuera de los títulos habituales, y las campañas y concursos didácticos son habituales desde hace tiempo. Aunque los niños también pueden tomar prestados tebeos, revistas, música… y videojuegos como los de la sección a la que otro de los pequeños abaderos no le quita ojo.

Se trata de Diego, que acaba de llevarse un chasco al ir a devolver un videojuego y descubrir la bibliotecaria que no estaba el disco dentro de la caja: “Mientras no lo traigas ya sabes que no puedes llevarte nada”, le advierte. Los bibliobuses atienden a unos 4.300 alumnos de hasta 16 años por campaña, cuyo calendario coincide con el curso escolar.

El bibliobús pone rumbo a la plaza Mayor de Abades. Es el turno de los adultos, la mayoría mujeres (aunque muchas vienen con encargos de su familia), y algunas ya lo estaban esperando antes de que llegaran. Es la ventaja de que el ciclo de rutas se repita un año tras otro, los usuarios se lo aprenden.

“¿Qué tal?, vengo a saludarte porque si no ya no te veo hasta septiembre”, le dice una vecina a Maria Jesús al llegar. Con los años el trato se ha personalizado, y la bibliotecaria y los usuarios se llaman por su nombre sin titubeos.

“Es un trato mucho más cercano que el de una biblioteca normal, y se agradece que puedas pedir un libro de propio y te lo traigan”, valora Blanca Rodríguez, que ya el año pasado aprovechó el paréntesis del verano para hacer acopio de lectura con la saga de ‘Juego de tronos’. Con 39 años, rompe tabúes sobre la edad de los usuarios, aunque ciertamente los hay que rondan los 80.

“Entre agujas y lectura” pasa el tiempo Mariana García, quien ya cumplió los 50 y saca “mucho partido” al bibliobús, del que piensa llevarse material para toda la familia: “Para mi hijo, mis nietos y para mí, claro”. A su nuera, Noelia Sáez, los Cantajuegos le ayudan a disfrutar de los trece meses de su pequeña.

El joven Adrián de Frutos, con 25 años, termina de dar una vuelta de tuerca al perfil del socio del bibliobús. Viene a por tebeos de Mortadelo y Filemón para él y su padre, como casi siempre desde que se subió por primera vez a la biblioteca móvil, cuando apenas levantaba un metro del suelo: “De pequeño ya cogía libros, vídeos y tebeos y ahí sigo, tengo toda la colección de Mortadelo en una carpeta del ordenador, pero no es lo mismo el papel que una pantalla y darle a la ruleta del ratón”.

 

Casi 90.000 euros de presupuesto anual

Poco antes ha llegado al bibliobús el diputado de Cultura, José Carlos Monsalve, para una visita rápida que coincide además con el momento en el que más usuarias hay en el interior, cerca de una decena: “La labor de los bibliobuses es importantísima, sobre todo en pueblos sin biblioteca. No hay más que ver la afluencia de gente que tienen”.

El servicio sale por unos 83.000 euros al año (más una pequeña parte del fondo común de bibliotecas) entre los gastos en nuevos fondos (23.000), obsequios a niños y adultos (unos 10.000 en mochilas, estuches o libros), actuaciones teatrales dentro de los propios buses (17.000), carburante (18.000) y mantenimiento de los vehículos (15.000).

“Si hubiera cuatro bibliobuses pues mejor, claro, pero en principio con tres y ese dinero estamos bien cubiertos”, asegura Monsalve, cuya presencia es aprovechada por algunas usuarias para reclamarle más novedades. “Nosotras vamos haciendo encargos a María Jesús, pero luego hace falta que le hagáis caso”, le advierten entre bromas.

El servicio cuenta con un fondo de más de 90.000 volúmenes para el préstamo, sobre todo libros de todos los géneros, pero también revistas, videojuegos, música y películas. De gestionarlo se encargan las tres bibliotecarias (Artalejo y dos aún más veteranas que ella, Esmeralda Arribas y Pilar Martín), quienes incluso atienden peticiones por teléfono.

“Es casi un servicio puerta a puerta, un trabajo vocacional porque a veces puede resultar estresante, pero muy agradecido si te gusta”, apunta María Jesús. “Y te tiene que gustar porque eso es clave para sintonizar con los usuarios, que lean, se dejen aconsejar y vuelvan”.

 

En servicio desde 1988

Muchos socios utilizan los bibliobuses desde que arrancó el primero en 1988, tras la firma de un convenio entre la Junta y la Diputación que sigue vigente. En 1991 se incorporó el segundo vehículo, el tercero en 1992, y en 2013 celebraron el 25 aniversario por partida doble al recibir el premio nacional de la Asociación de Profesionales de Bibliotecas Móviles (Aclebim).

De vuelta al presente, María Jesús empieza a recolocar libros antes de regresar a la capital. El estante de las novelas es el que más vacío se ha quedado y hay que reequilibrar el peso del bus.

Entretanto, Diego, el niño que no quitaba la vista de la sección de videojuegos durante la visita al colegio, reaparece pasadas las 13.30 con mejor cara y con el disco del juego que tenía que devolver. Está a tiempo de tomar prestado otro para este verano, y quién sabe si finalmente María Jesús logrará convencerle un año de estos para que, ya de paso, se lleve con ganas algo más instructivo.

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