Hay muchas historias sobre hermanos en la gran pantalla. Empezando por los Hermanos Marx, pasando por Whisky, Azuloscurocasinegro o la reciente Brohers. Para qué sirve un oso es también una película sobre dos hermanos. Guillermo (Javier Cámara) es un biólogo que lleva años en la Antártida, buscando las claves del cambio climático. Alejandro (Gonzalo de Castro) es zoólogo, vive en el pueblo y no se cansa de inventar artilugios para demostrar que en la montaña donde planean construir edificios, sigue habiendo osos en libertad. Ambos han dedicado su vida a la ciencia pero desde posturas muy diferentes. Después de muchos años en el Polo Sur, Guillermo vuelve al pueblo donde le esperan (o no) su hermano y la mujer que se encargó de ellos cuando eran niños, Josephine (Geraldine Chaplin).

Así comienza la película que dentro de un par de días Tom Fernández presentará en el Festival de cine español de Málaga. Se trata de su segundo largometraje y yo lo esperaba con impaciencia después de la grata sorpresa que recibí con La Torre de Suso, su debut cinematográfico. En aquella también participaban Cámara y De castro y juntos formaban un tándem que me hizo reír y emocionarme. En esta, sin embargo, me han resultado más de lo mismo. ¿Para qué sirve un oso? es una comedia con conciencia ecológica que el director no ha sabido resolver con éxito. Hay buenas premisas tanto de guión como de interpretación, pero la comedia no funciona y termina pareciendo una panfleto infantil sobre la importancia del reciclaje.

¿Para qué sirve un oso? trata incesantemente de proponernos situaciones cómicas y de implicarnos en el objetivo de los protagonistas: madurar. Y ahora me viene a la cabeza eso que decía Hitchcock sobre los animales y los niños. Lo siento mucho pero los niños, por lo general, no actúan bien y se cargan cada escena en la que aparecen. Rompen el ritmo y sus muecas no pasan de primero de teatro. Éste es el caso de la niña que interpreta a Daniela (Sira garcía), hija de Natalia (Emma Suárez), la veterinaria del pueblo. Su papel es fundamental en el desarrollo de los acontecimientos pero más que ayudar, lo enfría todo y consigue que un guión divertido y ágil, se quede en un mero propósito. De la subtrama entre el aprendiz de biólogo y la maestra del pueblo, mejor no hablamos.

A pesar de todo (y porque una cosa no quita la otra) las intenciones de Tom Fernández están ahí y se dejan ver. Está ahí esa intención de que el cine sea algo más y despierte nuestras mentes adormiladas. Esta ahí su deseo de comprometerse con el medio ambiente. Y también su apuesta por dos actores que, aunque no sorprendan, siempre merecen la pena. Y eso, en los tiempos que corren, es mucho.

La próxima semana entrevistaré al director y los protagonistas en Málaga y podré daros algunas claves más de la película, que llega a los cines el 1 de abril. Le preguntaré por el rodaje, que tuvo lugar en Asturias y ciertas localizaciones de Islandia. Porque si hay algo que agradezco en esta cinta son los paisajes, esos planos teñidos de verde que parecen traspasar la pantalla y tocarte la cara. Ese paisaje que abre y cierra la película y te convence de que su futuro está en nuestras manos.

 

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