No estaba, pero se le sintió más que nunca. El recuerdo de Julio Michel presidió desde el principio hasta el final la inauguración oficial de Titirimundi, en la primera edición que se lleva a cabo sin su creador y alma. Hubo emoción y lágrimas en el Teatro Juan Bravo, pero también la alegría que, todos coincidieron, él habría querido conservar para una ocasión como esta.

La directora de Titirimundi, Marian Palma, se puso el traje de faena e hizo frente a la inauguración más difícil -«ha sido un año muy duro», reconoció- apelando al espíritu de Michel, «un quijote que levantó este festival con su pasión por las fantasías imposibles» y destacando el esfuerzo de todo el equipo del Festival. También lo hicieron así los encargados de dar el pregón inaugural, artistas de la casa que estuvieron con Michel desde sus inicios: Cuco y Luisa Pérez y Gaspar Payá, disfrazados con los cabezudos festivos de Segovia, restaurados con mimo por el fundador de Titirimundi. Los miembros de la Troupé de la Merced se marcaron una antológica versión del ‘¡Americanos, os recibimos con alegría¡’ de Bienvenido Mr. Marshall transmutado en ‘¡Titiriteros!’, y Cuco Pérez leyó un emotivo pregón en el que recordó que Julio Michel plantó una semilla hace 32 años que, gracias al apoyo del público ahora se ha convertido «en un árbol fuerte y grandioso en cuyas ramas nos columpiamos felices».

Finalmente tomó la palabra la viuda de Michel, Paloma Toro, que destacó el valor y el coraje de todo el equipo de Titirimundi y especialmente de Marian Palma por «haber dado un paso adelante» y haber asumido la responsabilidad de seguir adelante con su legado.

Los gigantes y cabezudos recuperados por Julio Michel y sus compañeros de Libélula recibieron a los espectadores de esta gala inaugural a la puerta del Teatro Juan Bravo, que, tras la actuación de la compañía francesa Tábula Rasa, culminó, como no podía ser de otra manera, con el retablo de Cristobita alumbrando las últimas luces de la tarde en la Plaza Mayor.