Parece que las situaciones de pobreza quedan muy lejos de nuestras casas o simplemente ya no existen. Pues siento deciros que esto no es verdad. En El Cairo (Egipto) existen unos barrios periféricos, como Mokattam, en los que toda su población trabaja de recolector de basura. De esta basura, consiguen reciclar un ochenta por ciento, mientras que las empresas extranjeras, como la española, solo recicla un veinte por ciento. Las personas que lo realizan son conocidas como zabalines, y no son especialmente ricos, sino todo lo contrario. Los zabalines viven en unas condiciones de pobreza espeluznantes y la mayoría de los niños trabajan desde los siete años. Actualmente, El Cairo ha empezado a contratar empresas extranjeras de recogida de basura, por lo que los zabalines se están quedando sin el único trabajo que saben realizar.

“Llevo trabajando con la basura desde los siete años. Te puedes pasar clasificando basura entre cuatro y cinco horas. Algunos objetos son agotadores, como los pequeños y delicados, por ejemplo, los envases de yogur. Creo que puedo responsabilizarme de mi familia porque sé trabajar duro. Me imagino que el matrimonio significa que mi esposa será mi amiga, yo le contaré todo y nos enfrentaremos juntos a las adversidades. Los dos trabajaremos en la basura.” Este es el testimonio de Nabil, actualmente tiene 18 años.

Osama tiene 16 años y ha pasado por diversos trabajos, como, por ejemplo, ayudante de mecánico. Actualmente, trabaja lavando y fregando platos fuera de Mokattam, ya que su padre no quiere que trabaje en la basura: no quiere que sufra como él. Su padre es el encargado de triturar plásticos para convertirlos en materias primas y luego venderlas a otros países, como China, Bélgica o Francia. Al trabajar todos los días con basura, está sometido a un peligro continuo de enfermedades diversas, por lo que una trabajadora social le ha obligado a ponerse la antitetánica, a disgusto suyo. Su padre tiene un escaso salario de 112 euros a la semana, con lo que tienen que sobrevivir Osama, su hermana, su madre y él.

Adham se levanta temprano, se lava con un poco de agua los pies, las manos y la cabeza, y desayuna lo poco que puede. Después, se va a clasificar y a recoger basura con su padre. Una vez, Adham fue a El Cairo a recoger basura de las casas, y se dio cuenta de que todo el mundo vestía bien menos él. Aquello le disgustó.

Tanto Adham, como Osama y Nabil van a la escuela de reciclaje de Mokattam. Esta escuela les enseña procesos seguros de reciclaje, además de leer y escribir, para mejorar su método de reciclaje, e incrementar y demostrar que su forma de trabajo es mejor que la de las empresas extranjeras.

Yo me llamo Cristina y llevo escolarizada desde los tres años. Por las mañanas me levanto, desayuno leche con tostadas, y me voy al colegio. Después vuelvo a casa, donde nos espera mi madre a mi hermano y a mí con un plato caliente encima de la mesa. A continuación, hago las tareas y estudio, realizo alguna actividad, me ducho y, si me sobra tiempo, veo la tele. Luego ceno y me voy a la cama.

Estas rutinas ocurren en la actualidad, al mismo tiempo, y son completamente distintas. Uno de los derechos humanos es que “toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure a ella y a su familia la salud, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.” Parece que no somos conscientes de la cantidad de familias que, con un trozo de pan que llevarse a la boca, son felices.

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